sábado, 31 de diciembre de 2016

2016

2016 ha sido un año con dos días: el día en que me acostaba sabiendo que estabas ahí y el día en que me despertaba sintiendo que te has ido.

miércoles, 28 de diciembre de 2016

Entropía (1 de 2)

- ¡Hombre, cuánto tiempo sin verte por aquí! Bienvenido, toma asiento, te serviré un café.
La respuesta fue un sonido gutural serio, pero educado. Casi un gruñido civilizado.
- Debatíamos sobre los protocolos de medición de la entropía, un tema apasionante si se me permite la subjetividad.
- Para hablar de protocolos deberíamos establecer en primera instancia una definición precisa -sentenció Ignacio.
El debate seguía en la sala, todos lo hacían con una educación exquisita y guardando las formas como auténticos lords ingleses. Julio lleva asistiendo un par de meses y jamás había visto al nuevo asistente. Se trata de un hombre alto, tez clara y ojos oscuros. Luce un gran bigote que puebla todo el espacio entre el labio superior y su nariz. Vestido de negro y camisa de pana, verde pardo, apenas llama la atención por su envoltorio, que es anticuado pero moderado. De semblante serio, severo en la mirada, movimientos calmados. Escucha a sus colegas con silencio receptivo, las manos cruzadas sobre el regazo. Se diría de él que tiene un semblante educado, serio y rígido. Intrigado por su silencio y serenidad con la que parece atender a todas y cada una de las aportaciones de la sala, Julio pregunta a Miguel, su compañero y mentor desde que se inició en estas reuniones:
- Miguel, ¿quién es el nuevo?
- ¿Él? -señaló con la mirada.- No es nuevo, es uno de los miembros más antiguos, pero hacía mucho tiempo que no se dejaba caer por aquí.
- ¡Ah! ¿Y cómo han dicho que se llama? -susurraba.
- No lo han dicho, no lo sé. Nadie sabe su nombre, nunca lo ha dicho.
- La entropía es un concepto muy complejo --argumentaba Ignacio.-- Según los sabios podemos establecer distintos paradigmas en los que contextualizarla y darle un sustento teórico sobre el que fundamentar las bases para su experimentación y, por ende, medición. Sin embargo, éstos pueden cambiar de manera sustancial los resultados ya no de la medición en sí misma, sino de las tesis extraídas del indudable método científico. Pues estaréis de acuerdo conmigo cuando insisto en la necesidad de inquirir sobre el origen de la misma, más si cabe que en los fines últimos de su aceptación actual.
- No -sentenció el solemne asistente.
El eco resonó en toda la sala durante unos segundos. Pareciese que dominase a la perfección el arte del silencio, en sus meditaciones ofreciéndolo de forma pasiva en el exterior de su cabeza, por contraposición a los efluvios de sus pensamientos; y en sus intervenciones fabricándolo tras sus rotundos juicios en las gargantas de todos sus interlocutores.
- Pero según el último artículo de Smith...
- Smith puede comerme los cojones

miércoles, 14 de diciembre de 2016

Un mal boxeador

Los malos boxeadores son los que no entrenan, golpean sin control, se mueven en el caos y se dejan llevar por la ira.

A pesar de todo esa velocidad que poseen tus manos, a pesar de toda la pasión con la que te enfrentas a tus adversarios, a pesar de la fuerza con la que golpeas, no tienes nada que hacer contra la rutina de los entrenamientos. Ese tío tan endeble que entrena de nueve a doce cada día, el imbécil que no sabe de qué va esto, ese novato que acaba de empezar, todos ellos te derrotarán, pasarán por encima dentro de poco tiempo. Te lo garantizo. ¿Sabes por qué? Porque tienen fuerza de voluntad, aprenden de la rutina, la escuchan cada día. La técnica y la táctica tienen más peso que tus brutos músculos en un combate. Tienen más ganas de hacerlo bien que de ganar y eso sólo les conducirá de modo unívoco a ganar. Estás jodido.

Esos golpes que lanzas a ráfagas, recuerdan a las brazadas agónicas de un náufrago que lucha por sobrevivir. Un baile errático y explosivo que es incapaz de alcanzar un objetivo que nunca tuvo. Infructífero. Sin un plan a seguir, sin directrices donde apoyarte jamás llegarás a la meta. Podrás conseguir nimias victorias, quizás eso sacie a tu ego ciego. Pero dime una cosa, ¿soñaste con ganar un combate o con ser un gran boxeador?

Mira ese baile de pies. Cada movimiento, cada reacción ajustada al tempo de su adversario, cada gesto está calculado. Responder en cada situación con la técnica más apropiada resulta instintivo cuando lo has hecho durante miles de horas. El caos no te traerá triunfos. Quizás sea un curioso compañero puntual con el que disfrutar de una noche y pasarlo bien, puede que incluso te invite a una copa pero jamás te regalará un combate y mucho menos te enseñará el camino del éxito.

Tú continúa entrando a trompicones en el gimnasio, lanzándote contra el saco para golpearlo sin control, deja que sea la ira quien te diga cuándo y cómo golpear. Verás que pronto aparecen las lesiones para acompañarte durante todo tu camino. Sigue comportándote como un animal, embiste obcecado a tu objetivo sin ser capaz de planificar tus movimientos. Haz lo de siempre, sitúate frente al saco y golpea de forma compulsiva sin entrenar, sin control, en medio del caos y déjate llevar por el impulso de cada instante. Suple tu falta de talento con arrebatos sobre la lona. Es la mejor y más efectiva forma de evitar aprender a escriBOXEAR.

miércoles, 7 de diciembre de 2016

Terror

En la noche cerrada de un miércoles una sombra se desliza entre la oscuridad dibujando movimiento sobre el pavimento apenas iluminado por unas lejanas farolas. Se adivina premura en el caminar, casi ansiedad cuando se aproxima al portal en penumbras, como si la cercanía de la meta supusiese un peligro acrecentado que el de caminar por la acera. Al enfrentarse al quicio del gran portón la sombra respira de forma acelerada, la bombilla solitaria sobre su cabeza recorta la negra silueta haciendo visible hasta el más mínimo detalle de su temor. Su cabeza se vuelve una y otra vez escudriñando en la nada, mira con ojos ciegos tratando de buscar algo que no quiere encontrar. Por fin abre la puerta y se cuela a toda velocidad, prácticamente corriendo, al interior. Como si el mismísimo diablo le persiguiese se dirige hacia el ascensor, aprieta de forma convulsiva el botón. Una ensalada de espasmos y sístoles asíncronas. "Vamoooos, ¡rápido!" susurra sin que nadie pueda escuchar sus súplicas. De pronto gira la cabeza en una sacudida, un silencioso caminar le ha hecho saltar como un resorte. No ha sonado nada, pero él lo ha percibido, el terror no puede ser más explícito en su cara. Ansioso e incapaz de esperar a que llegue el ascensor, levanta el vuelo hacia las escaleras. Las trepa de forma atropellada, resbalando en cada tramo hasta llegar a su piso. Desde el portal pueden escucharse sus inspiraciones, se percibe cómo lucha contra la atmósfera entera para hinchar sus pulmones de oxígeno, está al borde del colapso. A pesar de los temblores, consigue enhebrar la llave en la cerradura y empujar la puerta para abrirla de par en par. Salta al interior del piso y se lanza contra la puerta para bloquear la entrada. Se atrinchera después del portazo, que resuena en todo el edificio durmiente en calma y silencio. Expectante, inseguro, escéptico respecto a su entereza. Tras un buen rato chapoteando en un mar de oscuridad y calma, seca sus lágrimas con la manga de su abrigo, pasa su mano por la alborotada maraña de pelo de su cabeza y se gira lentamente sin dejar de apoyar la espalda en la puerta.

Parece que esta noche ha escapado, se ha librado por hoy, ha estado cerca pero... De pronto se encuentra cara a cara con el espejo de la entrada, no recordaba que estaba ahí. La mirada fija en el reflejo de sus propios ojos. Se acerca absorto hasta dejar su cara a unos centímetros de la superficie pulida. Petrificado. Se creía a salvo pero acaba de descubrir la cara del mismísimo terror. Donde una vez existieron un par de preciosos ojos pardos, con una mirada jovial y sincera, donde una vez su alma relució rebosante de vida, yacen ahora dos agujeros negros llenos de misera, hastío, muerte y vacío capaces de congelar el infierno. Su cuerpo se mantiene inmóvil, inerte, incapaz de reaccionar. Su cara se desvela ahora pálida bajo el tenue brillo de la luna que entra por la ventana. Su pelo, negro ,caótico y pajoso, recuerda a las enredaderas que abrazan la fría fachada de un viejo edificio en ruinas. Su alma entera se pierde por ese par de sumideros plantados en medio de esa cara. La expresión, estática, es de repugnancia y terror. Su vida entera parecer haberse perdido, su cuerpo inutilizado, su ser aniquilado. El terror, en su más cruda expresión, acaba de apoderarse de él y la puerta que ha utilizado para entrar en este mundo ha sido la de sus ojos.

miércoles, 30 de noviembre de 2016

Correo electrónico

Estimados saludados,
Os recordamos que la reunión de departamento está planificada para el próximo día par a las once:03 AM/PM de la mañana. Los nuevos, traed croissants.

Sin embargo, y en otro costal con asuntos de distinta índole, sería necesario que Alguien estableciese las pautas necesarias para definir el rumbo en los próximos meses de la empresa. Por favor, hacedle llegar a Alguien vuestras propuestas. Recordad que su dirección es alguien.apellido@gmail.com y su teléfono ya os lo sabéis. Lo que me recuerda que hace unas semanas le dije que estaba mirando modelos de smartphones. A pesar de eso, él me aconsejó la última novedad de su marca favorita. Alguien no es Nadie, Nadie siempre ha sido muy de guardar celosamente su opinión. Aunque no compartíamos gustos, recuerdo que en una ocasión sí que compartimos una pala de playa. Un asunto interesante, hay que remontarse al verano del 94 para entender la situación. Pero no lo vamos ha hacer.

La formalidad, ese sí que es un tema interesante. Espero vuestra respuesta para la próxima primavera. La formalidad es un asunto, cuanto menos, curioso. Aunque pueda resultar tedioso para algunas personas, hay otras personas a las que les gusta el helado de café. No creo, sinceramente, que exista un conjunto no vacío de personas a las que les guste el helado de café y no les parezca interesante el tema de la formalidad.

Y sin más tela que rasgar, me presento formalmente para que todos podáis despediros como es debido.

Pues anda que,

Firma

miércoles, 23 de noviembre de 2016

Vacío cuántico

Te voy a explicar cómo funciona esto: no puedes generar olvido. Creerás que sí, llenarás tus días de fútiles actividades e invertirás ingentes cantidades de esfuerzo en generar sacos de vacío, entregarás quinientas noches a la empresa de tratar de olvidar. Pero no puedes hacerlo. No es posible generar vacío, es así de simple.

Existe en Física un término llamado vacío cuántico. Los físicos que estudian este vacio han descubierto que en realidad está lleno de ondas electromagnéticas y diminutas partículas invisibles al ojo humano que viven en la frontera entre la existencia y la no existencia. Es como si viviesen en equilibrio entre dos mundos, el nuestro y otro inaccesible para nosotros. De manera que cuando esas partículas están en el más allá no podemos percibirlas y sólo nos queda el vacío. Sin embargo, cuando las mismas partículas saltan la frontera y entran en nuestro mundo, ese vacío se llena y destruye lo que creíamos inmutable. De hecho esas pequeñas partículas sólo necesitan energía para cruzar esa puerta interestelar y podrían aparecer en nuestro mundo formado diferentes agrupaciones, que nosotros percibiríamos como estados distintos. En pocas palabras, que donde ahora vemos vacío, podrían "aparecer" entes de diferente naturaleza.

Con todo esto sólo quiero explicarte, amor mío, que cuando desapareciste traté de sobrellevarlo como pude. Al plantearme cómo podría olvidarte consideré la estrategia de reemplazar el tiempo que ocupabas en mis pensamientos por otras ideas. Las tácticas eran variadas y graduales: tratar de inhibir tus apariciones por mis pensamientos, descubrir nuevas ideas demandantes de materia gris y tiempo de cálculo, aprender habilidades exigentes en cuanto a concentración... En definitiva, tratar de modificar mi cerebro para que el laberinto de neuronas de mi sistema nervioso, que no tenía secretos para tus recuerdos, se tornase complicado y extraño cuando tratases de recorrerlo. Pasé años dedicado a esta tarea, a tiempo casi completo los primeros días, relegando esta actividad a las noches con el paso de los meses. Es curioso, cuando un buen día me crucé con una clara referencia a tu persona y descubrí que no dolía, que llevaba tiempo sin ti en la cabeza, cuando me costaba incluso recuperar algún dato concreto, detalles en particular... entones pensé que iba por buen camino, que lo estaba consiguiendo, que estaba olvidando. Como te digo, he aprendido a escuchar tu nombre sin imaginarte, a caminar por las noches que fuesen nuestras sin anhelarte, he aprendido a recorrer recuerdos sin nostalgia, a escuchar tus canciones sin cantarlas. He llegado a creerme exitoso.

Esta mañana, mientras me cepillaba los dientes con la mirada perdida en el bote de champú, sin saber muy bien por dónde has venido, has aparecido en mis pensamientos. Ha sido una aparición cordial, has sonreído de forma inocente y saludado sin ninguna pretensión aparente. Mentiría si dijese que me has molestado o incomodado en forma alguna, ha sido agradable saludarte. He continuado lavándome los dientes, al terminar me he aclarado la boca con agua fría y sin vacilar ni por un instante he procedido a poner de nuevo dentífrico en mi cepillo de dientes para empezar de nuevo. Esta mañana el dentífrico me sabía a ti y no quería despedirme de esa sensación. He pasado el resto del día como cualquier otro, sin que aparecieses por mi cabeza. Ni siquiera he recordado nuestra cita de la mañana. Pero al meterme a la cama para dormir, en una de las pocas vueltas que he aprendido a dar durante mis duermevelas, has irrumpido en mis pensamientos. Esta vez has sido más directa, menos políticamente correcta, más atractiva. He recordado tus dos enormes ojos negros, preciosos. He comprendido eso que dicen de que el color negro es así porque absorbe todos los colores y no refleja ninguno. Las imágenes de mis pensamientos se han quedado en blanco y negro y toda la energía de mi mundo ha vuelto a quedar inscrita en tus ojos. Esos preciosos ojos, los dos únicos ojos del universo.

Estaba equivocado, durante todos estos años no he conseguido olvidarte ni un instante, siempre has estado ahí. Ni si quiera soy capaz de no transportarme a otro mundo cada vez que percibo tu perfume, que sigo recordando a la perfección. Donde yo creía haber construido un enorme solar de vacío, sembrando surco a surco durante todo este tiempo semillas de nada, han aparecido de pronto todos esos pensamientos que conforman la idea que tengo de ti. Has aparecido tú. ¿Serás ese conjunto de ondas electromagnéticas y minúsculas ondas que conforman el vacío de mi universo? No conozco los términos cuánticos que te definen, pero te aseguro que si existieses en mil universos paralelos, te conociese en mil vidas distintas y tuviese mil intentos de olvidarte, fracasaría en todos y cada uno de ellos.

miércoles, 9 de noviembre de 2016

Reto intelectual

- Escúchame con atención porque quiero plantearte un reto intelectual. Se trata de una situación a la que tendrás que enfrentarte con tu ingenio como única arma, quizás algo de experiencia te sirva de ayuda. Yo te daré algunos datos con los que podrás trabajar, pero a partir de ahí, una vez estés en el punto de salida, tendrás que ser tú mismo quien recorra el camino de forma solitaria. ¿Estás listo? Bien, la situación es la siguiente: Te encuentras en tu habitación como cada mañana, tras sonar el despertador a la misma hora que siempre lo apagas y te incorporas para levantarte. Miras hacia tus pies para calzarte pero compruebas que... ¡ya tienes las zapatillas puestas! Y no sólo eso, además son las zapatillas con las que sales a la calle, ¡tus zapatillas de siempre!
- ¿Y cuál es el reto?
- Te acabas de despestar y todo es aparentemente normal, la habitación es igual, tus objetos están en el mismo sitio de siempre, llevas puesto el pijama... pero tus zapatillas preferidas están en tus pies. Sin ninguna explicación aparente
- Pero, ¿esto es un reto?
- Cuando te metiste a la cama anoche no las llevabas puestas
- Me las habré puesto dormido
- ¿Eres sonámbulo?
- Que yo sepa no
- Imposible que te las hayas puesto tú entonces. ¡Pero tienes puestas las zapatillas! Te acabas de despertar y al bajar la mirada te has dado cuenta
- Esto no tiene sentido
- Aparentemente no, y ahí está el reto. ¿Cómo es posible?
- Me refiero a que ¿cómo voy a tener puestas las zapatillas recién despertado? A lo mejor sigo dormido y lo estoy soñando
- Estás despierto, créeme. Algo desconcertado pero despierto. Además, yo también las veo. Llevas puestas las zapatillas
- Pero, ¿ahora? Claro que las llevo puestas, ¿ese es el truco? ¿Estás hablado de ahora?
- Te he dicho que acabas de despertar a la misma hora de siempre
- Pero yo no me acabo de despertar
- Ni estás en tu habitación como cada mañana..
- No
- ¿Cómo es posible?
- He venido en autobús
- ¿Con las zapatillas puestas?
- Claro
- Las mismas zapatillas que llevabas puestas cuando te has despertado esta mañana. ¿No es fascinante este reto?
- Mira, no entiendo lo que dices. La situación que planteas no tiene ni pies ni cabeza
- Sí que tiene pies, ocultos por las zapatillas. Y la cabeza se la tienes que poner tú, resolviendo el misterio
- Pero, ¿qué misterio? Me levanto y llevo puestas las zapatillas. Punto
- No he dicho que las llevases puestas tras levantarte sino que las ves cuando te incorporas sobre la cama. Hasta donde sabemos, ni siquiera podemos asegurar que las llevases mientras dormías en la cama pero sí que las has visto al mirar hacia tus pies tras sentarte en la cama.
- Me da igual, no veo el misterio por ningún lado
- ¿Acaso suele sucederte esto cada mañana?
- ¡Claro que no! Me despierto descalzo y me pongo las zapatillas de casa, como todo hijo de vecino
- He aquí el misterio. Un suculento reto intelectual capaz de alimentar tu mente
- Mira, no me interesa tu reto ni esta conversación de sinsentidos. No estamos avanzando hacia ningún lado
- ¿Tú crees? Desde el comienzo de la conversación hemos definido la situación, descartado varias hipótesis y trabajado juntos analizando los detalles. ¡Estamos avanzando!
- Hombre visto así... Pero es una conversación de besugos, ¿no crees?
- A mí me parece de lo más fascinante, pero si lo prefieres podemos hablar de otra cosa
- ¿Y te olvidarías del reto?
- ¿Ves como no puedes dejarlo? Los retos son contagiosos y persistentes, ¡igual que los virus! Una vez se instalan en tu cerebro sólo hay una forma de desalojarlos
- ¿Resolviéndolos?
- A veces ni siquiera eso es suficiente. He conocido a personas tan fascinadas por un reto que le han acompañado mucho después de haberlo resuelto
- Supogo que lo que no te mata te hace más fuerte
- Así es, y un buen reto puede regalarte enseñanzas que van mucho más allá de un simple entretenimiento
- Sí, pero este reto en particular... ¿qué puede aportar?
- Eso lo sabremos al desentrañar el misterio
- Tendremos que esperar entonces

miércoles, 5 de octubre de 2016

Taktsang (final)

Una vez despejado e identificado el camino que debía seguir, me dispuse a recorrerlo y para ello necesitaba conocer a la perfección el instrumento con el que acababa de hermanarme. Debía dominar el arte de su manejo, una vez fundida nuestra esencia teníamos que aprender a ser uno también en cuanto a nuestra forma física. Entrené día y noche junto a mi inseparable compañero, lo aprendí todo sobre él y sobre mi yo interior, él se amoldó a la forma de mis dedos y mis palmas, nos complementamos el uno al otro. Pasé tres años instruyéndome como maestro de mi nueva forma de vida. Pasaba semanas enteras sin dormir, olvidaba alimentarme durante días por dominar una nueva técnica, dedicaba horas a escuchar con atención lo que la pieza tenía que enseñarme. Toda mi vida giraba en torno a esa pequeña pieza de madera.

Una noche, mientras ensayaba un nuevo movimiento para bailar con el viento y que este fuese uno conmigo mismo y mi nueva extensión, el monje se acercó a mí y me dijo lo siguiente:

- Tu aprendizaje ha terminado. Ahora eres un maestro del nuevo arte.
- Pero todavía tengo muchas preguntas. Me he centrado en dominar los movimientos pero lo ignoro casi todo acerca de la forma.
- La forma no importa, ni siquiera existe. Lo importante es el espíritu.
- Pero, ¿y esta marca? Apareció durante aquel ritual en el estanque no sé cómo ni por qué. ¿Qué significa?
- Ya te expliqué que es tu marca, la señal con la que tu yo interior firma. El símbolo que te define.
- ¿Cuál es el símbolo de tu yo? ¿Es también una letra?
- Mi símbolo es ユキヒョウ. Es japonés y significa "leopardo de las nieves". Ellos son los guardianes del templo, los que cuidaron del maestro Padmasambhava y lo han visto todo desde el inicio de los tiempos. Sólo unos elegidos poseen este símbolo. Mi cometido, y ahora el tuyo, es encontrar al último leopardo de las nieves. Él es quien tiene toda la sabiduría en su interior y nuestro trabajo y el de todos cuantos te preceden es el de ayudarle a descubrirla.
- ¿Quieres decir que hay más como yo?
- Siempre hay gente dispuesta a encontrar el camino y lo suficientemente terca como para seguirlo. No eres el único, pero como todos, eres único. Al amanecer, cuando partas de aquí, quemaré el árbol del que salió tu instrumento. Dentro de muchos años volverá a crecer, se secará y otro aprendiz vendrá.
- ¿Cómo puedo agradecerte todo lo que has hecho por mí?
- Un viejo proverbio japonés dice "las raíces bajo la tierra no piden recompensa por hacer que las ramas den frutos".

No entendía muchas cosas y tenía cientos de dudas, tampoco me quería marchar de allí pero entendí que mi aprendizaje había terminado y debía salir al mundo para utilizar mis habilidades. De modo que tal y como el monje había dicho abandoné el monasterio al alba. Sin más equipaje que el de mi nuevo compañero me dispuse a descender el valle rocoso. Hacía tres años, tres meses, tres semanas, tres días y tres horas desde que había comenzado aquel viaje desde la ciudad de Paro (considero el comienzo de aquel camino en solitario como el inicio de todo). Tras descender los muros de roca y al llegar al camino que debía tomar para emprender mi viaje de vuelta, volví la vista para guardar la última imagen del templo que había sido mi casa durante todo este tiempo y donde tanto había aprendido. La luz del sol apenas comenzaba a colarse por el valle entre las montañas pero pude ver cómo resplandecía un fuego intenso entre los edificios del templo, el árbol estaba ardiendo.

Hoy ha pasado mucho tiempo desde aquel día pero recuerdo cada detalle con absoluta nitidez. Desde aquel 19 de abril de 1998 he podido ver el mundo de otra forma. El camino a seguir se ha presentado desde entonces despejado y bien definido ante mí. Convertirme en el mayor experto del mundo en este arte ha sido algo natural, no he tenido elección, no he podido hacer otra cosa que no fuese mostrar la belleza y la magia de esta noble forma de vida. Esta es mi historia y así es cómo me convertí en el campeón mundial de ping pong.

miércoles, 28 de septiembre de 2016

Taktsang (continuación)

Pasé tres semanas en aquella estancia, solo. Tuve oportunidad de estudiar a mis únicos compañeros, los dibujos en la pared, aunque en aquel momento no entendí muchos de ellos. Uno representaba a un joven monje budista (a juzgar por su vestimenta) meditando en una cueva. Varios de ellos mostraban unos preciosos tigres blancos (más tarde aprendería que no eran tigres sino leopardos) en diversas escenas: cazando, descansando sobre ramas de árboles, luchando contra cazadores, compartiendo una presa con humanos... Había un grabado muy extraño en el que se apreciaba una figura, mitad tigre mitad humano, que parecía estar interpretando una especie de danza o arte marcial en medio de un río. No entendí lo que se estaba representando pero cautivó mi atención por los colores y la expresión retorcida de la cara de aquella persona. Sus ojos parecían tener vida, aquella expresión... era más realista que muchas otras miradas que he podido encontrar en personas vivas. Tuve también tiempo de pensar. Medité mucho acerca de mi persona, del porqué de aquel viaje, me pregunté qué estaba buscando, me cuestioné si realmente era el lugar adecuado, si encontraría allí lo que necesitaba. Finalmente, una mañana al salir al patio para comer algo (había descubierto unos pequeños arbustos con frutos comestibles de color naranja que crecían en el tejado del otro edificio menor, al cual accedía trepando por las ramas del árbol seco) algo me sorprendió, a diferencia de las anteriores mañanas algo había cambiado en la imagen eternamente estática del patio, la puerta del gran edificio principal estaba entreabierta.

Me acerqué con cautela y me deslicé al interior sin querer tocar la gran puerta de madera. Este templo, mucho más grande que mi anterior guarida, sí contaba con iluminación y mobiliario. La planta baja estaba rodeada por galerías formadas con arcos de madera, que servían de suelo a la planta superior. En el centro del edificio, como si toda la arquitectura le estuviese reservando el protagonismo, se hallaba un gran patio interior. Un pequeño altar con una mesa desnuda y dos incensarios como únicas imágenes a las que venerar se encontraba en el sitio más alejado de mi posición; a los pies del altar, una vieja y polvorienta alfombra gigante que cubría casi la mitad del patio. Algunos incensarios más repartidos por la estancia, uno por cada lámpara de aceite; todo ello, junto con la discreta iluminación que se colaba por el tragaluz en el centro del tejado, conferían a la atmósfera de un particular candor en medio de aquella montaña aparentemente inerte. Sobre la alfombra, sentado en una extraña postura encontré a la que era la primera persona que veía en semanas, un monje budista tibetano. Me acerqué para hablar con él.

Le expliqué al monje que había llegado hasta allí en busca de ayuda, que necesitaba encontrar mi camino en la vida, le imploré que me mostrase qué hacer... y cómo hacerlo. Él me dijo, naturalmente, que la respuesta estaba en mi interior. Me desveló que todo el tiempo que había estado esperando era en realidad parte de mi formación, necesitaba aprender a meditar y a hablar conmigo mismo, algo que no había hecho desde mi adolescencia, confesé. Me aseguró que las respuestas a mis preguntas no serían inmediatas pero el procedimiento constaba de un solo paso: dejar que mi yo interior hablase y escucharle con atención. Pasé más de tres años en aquel templo hasta obtener algunas respuestas y os aseguro que fueron de lo más gratificantes todas ellas. Valieron la pena todos y cada uno de los días que allí viví. Pero no quiero adelantarme en la historia.

La primera acción que tenía que hacer era trepar al cerezo del patio (el árbol seco que me había proporcionado acceso al tejado del edificio secundario) y conseguir una rama. Lo hice sin demasiado esfuerzo, aunque sí que pasé un buen rato hasta elegir una rama que me gustase. No demasiado grande, pero tampoco fina ni endeble. Mi yo interior utilizaría aquella rama para expresarse y yo debía estar atento si quería recibir el mensaje. No me separé de aquella rama durante los tres meses siguientes, la guardé entre mis manos día y noche; comía con ella a mi lado, dormía abrazado a ella. La empleé como utensilio de cocina, jugué con ella cuidadosamente, la fui moldeando. A veces le hacía muescas o la lijaba de forma intencionada para pulirle alguna imperfección que no me gustaba, otras veces se me rompía accidentalmente algún trozo de la misma. Poco a poco fue reduciendo su tamaño hasta convertirse en un utensilio fácilmente manejable con una sola mano. Un apéndice de la pieza, de unos diez centímetros y estrecho, se presentaba como una especie de mango o empuñadura basta; ésta se iba ensanchando de igual forma que lo hace un río en su desembocadura en el mar hasta transformarse en una superficie plana y mucho más ancha.

Una noche de primavera, el monje, con quien apenas había intercambiado unas cuantas palabras durante todo este tiempo, me pidió que le acompañase al estanque del patio. Yo salí con él y, a pesar de que el aire seguía siendo helador comparado con las primaveras que había conocido, me encantó comprobar que el gélido viendo del invierno se había retirado a los picos más altos. Al menos el agua del estanque no estaba congelada y resultaba hipnótico el reflejo de las lámparas bailando tintineantes. Por lo visto, el monje quería realizar algún tipo de ritual, pues esas lámparas eran las del interior del templo y él me esperaba de pie en el centro del estanque. Tenía los pies desnudos sumergidos y supuse que quería que yo hiciese lo mismo. Sin separarme de mi artilugio de madera, me acerqué hasta él y de forma ceremoniosa me dijo que era el momento, que mi yo interior había estado hablando con la madera y que ahora leeríamos lo que nos tenía que decir. Me hizo coger con ambas manos la pieza de madera y las sumergió de forma delicada en el agua mientras recitaba alguna especie de oración. Recuerdo que el agua estaba helada, sentía un millar de agujas clavándose en la piel de mis pies. Sin embargo, mis manos no sentían nada de frío, sentía más bien como si una capa protectora de aceite las envolviese. Al sacar las manos del agua descubrí con gran sorpresa que la silueta de la pieza se revelaba de forma clara y transparente ante mis ojos, tenía claro de qué objeto se trataba, no entendía cómo no lo había percibido antes. Además, una marca negra serigrafiada había aparecido junto a la empuñadura, era una letra Á caligráfica muy bien definida y con una tilde. ¡La letra inicial de mi nombre! El monje me explicó que la pieza ahora llevaba mi sello, que ahora tenía parte de mi alma y que a cambio, me había revelado mi yo interior. Ahora sabía cuál era mi camino y lo que debía hacer.

miércoles, 21 de septiembre de 2016

Taktsang

Existe en la cordillera del Himalaya un templo budista tibetano cuyo fin último es el de acoger almas en busca de meditación. Para encontrarlo es necesario viajar hasta un pequeño país situado entre China e India llamado Bután. Al oeste de este país, en el distrito de Paro, y una vez llegues a la capital del distrito con la que comparte nombre, debes dirigirte hacia el norte. Sólo es posible acceder al templo a pie o en mula y cada uno de los diez kilómetros que deberás recorrer tiene su cometido. El camino es la antesala necesaria para llegar a tu meta, una introspección forzada por la naturaleza de tu entorno. Acantilados de más de tres mil metros de altura te rodean, paredes de piedra vertical que sirven de garganta para que el viento vuele a toda velocidad trayendo los cantos de tiempos antiguos. Áspera y dura piel de roca reviste todo cuando alcanza la vista, apenas unas briznas de hierba alfombran el camino durante la época de lluvias. En invierno, el omnipresente manto blanco lo cubre todo; toda la superficie que la humanidad haya conocido y la que pueda descubrir parece yacer bajo el límpido color de la muerte.

Este templo fue construido hace casi cuatro siglos al cobijo de unas cuevas entre las rocas y recibió el nombre de Taktsang, que en el idioma dzongkha significa "nido de tigres". Cuenta la leyenda que fue allí donde el gurú Padmasambhava paró a meditar durante años en el siglo octavo; y fue allí donde se erigió el templo en honor del fundador.

Fue un 26 de diciembre de aquel lejano año de 1994 cuando llegué a la ciudad de Paro. Recuerdo que empleé tres días en recorrer la distancia que separa a la ciudad del templo. Una eterna ventisca fue mi compañera inseparable durante esos tres días y tres noches que viví entre aquellas montañas. Jamás he caminado por un entorno más duro y menos hospitalario que aquellos picos. Al vislumbrar entre la tormenta por primera vez el templo sentí una sensación de alegría y abatimiento al mismo tiempo. Pues había escuchado que el acceso al mismo era la prueba más dura y en la que más aspirantes caían. Me hallaba en un periodo caótico de mi vida y había planeado aquel viaje en busca de consejo. Deseaba encontrar a algún sucesor de Padmasambhava, el gran maestro de la meditación budista, y que él me ayudase a encontrar mi camino. Pero antes necesitaba hallar la entrada al templo. Tres horas necesité hasta encontrar la ansiada entrada. Tres horas de constante búsqueda, escudriñando hasta el más mínimo detalle que pudiese encontrar en la roca y me ayudase a seguir mi camino. Tres horas de lucha contra la tempestad, contra mi propio agotamiento; la desesperación de saberme tan cerca pero tan impotente, haber recorrido tres días de duro camino y no ser capaz de dar el último paso para encontrar el abrigo del templo.

Finalmente, hallé un resquicio entre la roca y pude deslizarme hasta un muro interior, protegido de la nieve, por el que pude escalar hasta llegar a la entrada del monasterio. La puerta consistía en un arco desnudo, sin mayor protección que el terrible ascenso hasta alcanzarlo. A través de este arco accedí a un patio con un gran estanque de agua congelada en su interior. Dos pequeños edificios flanqueaban el patio y, junto al templo principal situado frente al arco de entrada, conformaban un espacio recogido al menos del viento. Un único árbol con ramas secas descansaba a mi izquierda. El estanque estaba a los pies de las escaleras que ascendían hacia el edificio principal. Rodeé el estanque, subí por las escaleras y empujé con fuerza la gran puerta de madera que presidía el patio. Estaba cerrada. Parecía llevar cerrada varios años. Volví a bajar las escalaras y me encaminé hacia la otra puerta visible desde el patio, la del edificio menor de la derecha. Esta vez tuve más suerte y pude acceder a la pequeña edificación.

El interior estaba oscuro, con la única luz que entraba por la puerta que acababa de atravesar. Mientras mis ojos se acostumbraban a la oscuridad lancé mi pregunta "¿Hay alguien?". Ninguna respuesta. "¿Hola?". Nada. Los rayos de luz revelaban las curiosas motas de polvo que se habían desperezado al verme entrar. La sala era rectangular, con suelo y paredes de piedra que sostenían a un precioso techo de madera. Ningún mueble a la vista, la única decoración que había eran los grabados en las paredes. Parecían contar historias, como si a lo largo de los años alguien hubiese utilizado aquellos muros como un cuaderno de bitácora donde contar historias.

Volví al patio en busca de ayuda, alguien que pudiese decirme qué hacer, cómo encontrar mi camino. Alguien con quien hablar, alguna persona. Voceé y esperé respuesta. Silencio. Escudriñé en busca de alguna otra puerta, cualquier acceso que me permitiese entrar en el templo. Nada. Inspeccioné de nuevo la sala rectangular, era húmeda y oscura, aunque no tan oscura como me había parecido en un principio. A lo largo de las cuatro paredes, un poyo de piedra levantaba algo más de medio metro del suelo. No era la suite de un hotel pero desde luego era una mejor opción para esperar que el gélido suelo del patio. Pasaron horas sin encontrar más compañía que la de los dibujos en la pared. Anocheció y me dispuse a pasar la noche en una esquina. Me tumbé sobre el poyo, abracé mis rodillas y traté de descansar para continuar mi búsqueda a la mañana siguiente.

miércoles, 7 de septiembre de 2016

5 personas que te conocen mejor que tu madre

Tu peluquero. Cuando apareces por la puerta tiene que hacerte un escáner completo y descifrar tu personalidad. Tu estilo y tu peinado le dicen todo lo que necesita saber pero ha de interpretarlos y obtener conclusiones de forma rápida, pues una vez estés en la silla, con el pelo lavado y la capa cubriéndote, tendrá que tirar de memoria. Además de interpretar tus confusas peticiones, que muchas veces le confundirán más que su propia intuición. Porque sí, el cliente es un animal engañoso por naturaleza y no sabe lo que quiere.

El señor de la limpieza. Sabe lo que comes, lo que desechas en tu papelera, conoce tus intentos y fracasos mejor que tu jefe. Incluso sabe lo que dibujas cuando, aburrido, dejas que tu subconsciente te exponga en un papel. Sabe cuánto te molestas en destruir lo que no quieres que nadie descubra. Sabe cuándo tienes más ansiedad (sueles mordisquear la cucharilla de plástico del café de la máquina que dejas en tu papelera). Conoce tus costumbres, si te sientas aquí o allí, si eres ordenado…

Google. El señor Google te pregunta absolutamente todo y si cuela, cuela. Si le contestas a lo que quiere saber almacena la información. Y si no lo haces, extrae, analiza y exprime todos esos datos tuyos sin que lo notes. No necesita pedirte permiso, tú mismo le regalas toda esa información. Lleva tus cuentas, conoce tus gustos, lee tus emails, sabe lo que te gusta leer por las mañanas en el trabajo, por las tardes en el parque y por las noches en la cama. Sabe dónde estás en cada momento, sabe lo que piensas. Conoce cualquier dato sobre ti, incluso sabe lo que quieres antes de que tú mismo lo sepas… y te lo ofrece. Se gasta mucha pasta en ello.

Tu fisio. Sabe cuándo algo te quita el sueño, conoce los excesos de tu pasado, la vida que llevaste. Sabe lo que hiciste ayer, hacia qué lado duermes, la postura en que te gusta sentarte. Conoce tu rutina en el trabajo. Y en el ocio, sabe cómo empleas tu tiempo libre. Sabe lo que has hecho en vacaciones, cuánto te has machacado en el gimnasio. Sabe lo que comes y hasta tu postura favorita al practicar sexo. Conoce tus hábitos al volante, cada gesto que realizas a lo largo del día y el autocontrol que tienes sobre tu cuerpo.

Tu madre. Tu madre te conoce mejor que nadie, mejor que tú mismo. Sí, tu madre es quien mejor te conoce, sin duda tenía que estar en esta lista.

miércoles, 31 de agosto de 2016

67.320 kilómetros

Sesenta y siete mil trescientos veinte kilómetros. Más de 67 millones de metros. Con cada uno de los pasos que das a diario avanzas algo menos de un metro, esa es la zancada estándar. 67.320 kilómetros es el total que sumarás si recorres, por ejemplo, un trayecto de 170 km de ida y otros 170 km de vuelta, 3 fines de semana al mes, 11 meses al año durante 6 años de tu vida seguidos. Con esa distancia recorrida podrías dar la vuelta a La Tierra... y te sobrarían kilómetros como para dar media vuelta más. Ahora imagina recorrer esa distancia pero a intervalos de 170 km. Repetir una y otra vez el mismo trayecto de ida y de vuelta, de vuelta y de ida... hasta alcanzar las cuatrocientas iteraciones. Ya no sabes cuándo estás yendo ni cuándo volviendo, ya no sabes si tu hogar está en el origen, en el destino o en el propio camino. Al menos tienes una cosa clara: con qué orilla del Ebro te quedas. Aunque quizá ni siquiera eso está claro. 67.320 kilómetros. Son muchos kilómetros, demasiados kilómetros si los cuentas uno a uno. Echas la vista atrás y te viene a la memoria aquella declaración de un Forrest Gump barbudo y harapiento que detiene su carrera y dice "Estoy muy cansado. Creo que iré a mi casa".


miércoles, 27 de julio de 2016

Título

El texto descuartizado se titula "Lo más difícil". Los caracteres del título se han excluido del análisis.

- Blurring:



- Aparición de cada carácter:


miércoles, 20 de julio de 2016

Evitando hablar del miedo

Solía decir que hay dos cosas que me dan miedo, y hablar de las cosas que me dan miedo es una de ellas. Tengo miedo a hablar sobre el miedo. Temo, al revivir ese sentimiento, darle la fuerza suficiente como para que se instale en mi alma y se quede durante un tiempo. Tengo miedo de que pudra mi felicidad, miedo a que el miedo me robe mi sueño, a que me obligue a dar vueltas sobre la cama hasta destrozarme la piel, a volver a los sacos de boxeo, a los cascos de caballo galopando sobre el eco, a ordenar mis desgracias con rima asonante, a salir corriendo de mi vida y alejarme tanto que no me reconozca ni yo mismo.

Hablaremos sobre el miedo, pero eso será otro día.

miércoles, 13 de julio de 2016

La noche

Él fuma. Fuma mucho y bebe fuerte. Sus recuerdos bailan con el humo en una atmósfera densa y melancólica. Recuerda su último baile con aquellos preciosos ojos negros. Los dos únicos ojos del mundo. La música acompaña como un eco a través del tiempo que cada vez reverbera con más desidia, con menos fuerza. Sus dedos temblorosos ya solo acompañan al cigarrillo de nicotina y algo de sustancia. El vaso, vacío de ilusiones y de alcohol. Sírvame otra copa, jefe, que la quiero llena. Ya no recuerda su último anhelo. Moriría con su última sístole, estima. El pasado le duele demasiado pero el futuro le estrangula, le agarra las pelotas con fuerza y le convierte en un ciego incapaz de escuchar al presente. Lamenta no tener otras drogas más fuertes por las que llorar. Hace tiempo que increpó a un Dios muerto. Dios ha muerto, el filósofo lo mató, pero, ¿quien acabó con el filósofo? Yace muerto sobre la alfombra, empapado en su propia sangre y con letras brotando de sus venas abiertas. ¡Que se callen! No me dejan escuchar el cante de los hielos en mi vaso. Ya no sabe cómo olvidar, ya no recuerda lo que fue, ya solo quiere recordar... la nada. Le sobra lo demás.

miércoles, 6 de julio de 2016

Símbolos

A veces pienso que son los símbolos los que nos definen, los que definen nuestras relaciones, nuestros recuerdos, nuestras decisiones.

Y es que todo el mundo tiene un apelativo cariñoso con el que referirse a su pareja, su hermana, sus padres o abuelos. Esa forma especial de llamarles no es sino un símbolo, un acuerdo entre ambos que encierra mucho más significado del que nadie que no lo conozca pueda inferir. Hay regalos especiales que uno guarda con especial cariño, no por el valor económino ni porque sean especialmente bonitos, sino porque son un símbolo. Nos recuerdan lo que supuso ese regalo en aquel preciso momento de nuestra vida. Probablemente, nadie más en el mundo vea lo que tú ves cuando miras ese regalo, cuando sostienes entre tus manos y lo aprietas fuerte contra tu pecho; cerrando los ojos, teletransportándote al lugar y el momento donde lo recibiste. Los símbolos son poderosos, capaces de provocar indiferencia y un torrente de emociones al mismo tiempo, según el corazón que los mire. Un nombre propio es un símbolo. Ese conjunto de carácteres fácilmente reconocibles y ordenados de manera adecuada, {N,A,D,I,A}, adquiere especial significado, propiedades y acepciones que nadie jamás definió y mucho menos dedujo de tal singular conjunto, que es tu nombre.

Yo mismo he regalado símbolos (creo que es el mejor regalo que puedes hacerle a alguien), aunque reconozco que no soy bueno elijiendo regalos y...

Te regalé un símbolo. Elegí un símbolo, lo envolví en una historia (que traté de hacerla tuya, mía y nuestra) y te lo regalé. Te regalé algo intangible, algo impersonal, inerte, carente de significado pero lleno de sentido; te robé la indiferencia ante lo ordinario; transformé en ordinal lo cardinal; desordené la lista más sagrada; robé un símbolo común para todo el universo y te lo regalé, con el tremendo descaro que solo tienen los enamorados. Destrocé el sistema posicional que al que solías atenerte para inferirte un sistema emocional en el que enmarcar ese símbolo; un símbolo que ya conocías antes, te habías encontrado unas cuantas veces (tampoco demasiadas) con él pero jamás le habías prestado atención. Te robé esa indiferencia... Acabé con la ilusión de lo aleatorio, destrocé una simbología milenaria. Y es que solo a mí se me ocurriría regalarte un número.

miércoles, 29 de junio de 2016

Despertar

Buenos días, deja que te susurre algo, es probable que haya tenido un sueño muy bonito que te quiero contar.

Estoy en un precioso jardín frondoso. Todo está impregnado de verde, la hierba bajo mis pies está húmeda, los setos con formas de sombras chinas que decoran la imagen aparecen salpicados por la estampa, un pequeño arrollo de agua cristalina pone la banda sonora al venir recorriendo su camino de forma sinuosa desde el fondo de la imagen. Éste aparece desde lo alto de una pequeña cascada que aterriza en un minúsculo lago. Incluso hay un árbol, majestuoso y delicado al mismo tiempo. Su tronco no es especialmente grueso ni sus ramas grandiosas. Sin embargo estas son robustas y la estampa que ofrece en su conjunto es de un ser vivo que ha permanecido impertérrito durante muchos años. Es la imagen de la calma, la paciencia, la fortaleza y la eternidad. Siento, al descansar bajo sus ramas, que tiene mil historias que contar... aunque jamás las contará.
De pronto escucho un fuerte bufido que llega desde detrás del árbol. No sé qué o quién lo ha emitido pero desde luego ha de ser algo muy grande a juzgar por la gravedad con la que ha bramado. Acto seguido se escuchan pasos lentos, la tensión me mantiene inmóvil anclado al suelo. Me creía solo en este bonito escenario y la sola posibilidad de una presencia extraña me perturba y me inquieta. Sin tiempo para que pueda reaccionar (aunque tampoco podría decir que lo haga irrumpiendo en escena) aparece en mi campo de visión un animal enorme. No puedo creer lo que ven mis ojos, ¡es un rinoceronte! Con paso majestuoso se pasea delante de mí sin prestarme atención al principio. Después, cuando se percata de mi presencia me dedica un coletazo sin demasiado interés aunque sin darme la espalda. Yo mantengo la guardia igualmente, un animal de su tamaño y con su fuerza podría destrozar mis huesos de un solo gesto, lanzar mi cuerpo por el aire y batirme sin el mínimo esfuerzo. De pronto algo parece no gustarle y se arma en guardia encarándome. Se enfrenta a mí lanzándome un bufido de aviso y alinea sus patas delanteras preparándose para embestir. Procuro retroceder muy despacio, quiero armar mi pierna izquierda para dar un paso atrás de manera pausada pero sin vacilar… y me doy cuenta de que el miedo ha bloqueado mis músculos, me encuentro totalmente paralizado a excepción de mi respiración, que acompaña acelerada a los latidos de mi corazón. Recuerdo un documental que vi hace unos meses en el que contaba que los rinocerontes son capaces de iniciar una rápida carrera de forma explosiva, llegan a coger gran velocidad pero durante un intervalo muy breve de tiempo, si eres capaz de escapar de su embestida inicial durante 100 metros estarás a salvo... Pero calculo que estando tan cerca de mí no seré capaz de huir de esa terrible arrancada. Me pongo más nervioso esperando su explosiva carrera y percibo que su respiración es fuerte y acelerada. El enorme animal comienza a moverse de repente de forma espasmódica, sacude la cabeza de un lado a otro, da pasos caóticos adelante y atrás... algo le sucede, parece estar sufriendo una especie de ataque, pero no sé de qué. De pronto, emite una especie de gruñidos muy extraños, inclina su cabeza hasta acercar el hocico a la altura de la hierba y regurgitar algo. Tras ese movimiento parece calmarse, como si algo le hubiese estado impidiendo respirar y se hubiese librado de ello. Al levantar de nuevo la cabeza, veo como su gran cuerno apunta hacia la dirección en la que estoy. Por un instante el pánico, que se habría transformado en  desconcierto, vuelve a apoderarse de mi pecho, de mis piernas y mi garganta. La enorme bestia comienza a moverse, se dirige hacia mí... pero su paso es sereno y constante. Pasa a mi lado, incluso roza mi brazo con su dura piel, siento la áspera armadura que viste y mi sangre se hiela. Pero pasa de largo sin detenerse y siento que he vuelto a nacer. No sé por qué pero su interés por mí ha desaparecido, o puede que nunca lo haya tenido. Veo cómo se aleja hasta desaparecer tras el árbol por el que apareció hace un rato.
Todavía sin creerme lo que ha sucedido me acerco hacia la posición en la que se había parado, tengo curiosidad por ver qué es lo que ha regurgitado. Me acerco cuidadosamente, me agacho y cojo entre mis manos tres pequeñas flores que yacen sobre la hierba. Lo que ha salido de la boca del rinoceronte son tres preciosas flores de almendro, intactas, maravillosas, realmente bonitas. Las vuelvo a dejar en el suelo y me alejo, quiero seguir disfrutando del paisaje. Me alejo unos cuantos pasos y al volver la vista para gozar de una visión panorámica del conjunto... Tres grandes y frondosos almendros en flor descansan majestuosos donde acabo de dejar las tres flores.

Como decía, es probable que haya tenido este bonito sueño... aunque es igual de probable que no lo haya soñado. Pero quiero que visualices esas tres preciosas flores de almendro porque me parecen realmente maravillosas y me encanta la armonía que me han transmitido.
Y ahora, shhh, no digas nada. Que pases un buen día ;)

miércoles, 15 de junio de 2016

Sale un 3

Es un momento decisivo. No entiende cómo ha llegado a esta situación, no recuerda cómo ha dejado que su vida se descontrolase hasta este punto, aunque poco importa eso ya. Lo importante es lo que hay sobre la mesa. Y lo que hay sobre la mesa es su propia vida entera. Se juega todo en un disparo, si al lanzar el dado sale un 1, "pollo para cenar", podrá reestablecer el orden que reinaba en su vida antes de los dos últimos meses. Si sale un 2 o un 3 estará muerto. Y si sale cualquier otro resultado tan solo estará postponiendo lo inevitable... de modo que el único resultado que puede permitirse es ese 1. El dado, caprichoso y aleatorio, no obtiene nada con su sufrimiento, pero tampoco va a ser benévolo y le va a regalar ese 1 tan preciado. En la vida nadie te regala nada, y menos a un tipo que ha cometido tantos errores encadenados como él.

Se concentra con todas sus fuerzas, es su momento. Si logra que el 6 bese el tapete, dejando lucir por encima al número 1 todo habrá terminado, esta horrible pesadilla quedará atrás y podrá construirse una nueva vida. Cierra los ojos y se encomienda a las leyes del azar, a los tropezones del capricho, a la compasión del tiempo, a la divina providencia. Apenas es capaz de percibir nada en el mundo salvo el dado que tiene entre los dedos; ni el humo que inunda el oscuro salón, ni los tiradores de precisión que disparan sus miradas hacia su persona desde distintos ángulos, la gota de sudor frío que recorre su frente como un insignificante arrollo en medio del desierto buscando un camino de descenso hacia ninguna parte, ni siquiera el rítmico latido de su corazón que galopa en su pecho. Este es el momento, no hay otro ni lo habrá jamás, o lo pierde todo o lo consigue. Sabe que es su única oportunidad. Su cuerpo está en guardia, aunque su mente no concibe el fracaso. Tiene que salir un 1. Sus vasos sanguíneos se han dilatado, sus glándulas sudoríparas se han puesto a trabajar, sus músculos en tensión se reparten entre los paralizados y los que no pueden dejar de moverse en convulsiones repetitivas y nerviosas. Todo su cuerpo experimenta el tiempo a la velocidad de la luz, millones de sensaciones se solapan en un único punto, como si él mismo se  hubiese convertido en un Aleph. Su mente, en cambio, navega a la deriva en espiral sobre la misma idea: tiene que salir un 1.

Al fin abre la mano y deja caer el dado. Alea jacta est. La suerte está echada. Ni siquiera ha sido capaz de empujar el dado hacia una u otra trayectoria, tan solo ha abierto sus agarrotados dedos y ha libertado a ese pedazo de plástico que contiene su sino de la jaula de barrotes huesudos que lo apresaba. Quién sabe el recorrido que realizará el dado, los botes que dará en el tapete, si sus vértices tropezarán torpemente por el tablero o sus elegantes aristas bailarán en la pista. ¿Qué importa eso ya? El tiempo ha parecido ralentizarse. La densidad de entropía a su alrededor ha crecido exponencialmente en los últimos diez segundos, cuando empezó este texto. El universo entero parece estar paralizado, aguardando expectante al resultado que ese dado tiene que ofrecer. Puede que Dios no juegue a los dados habitualmente, pero es imposible que no esté pendiente de la mesa esta noche. No quiere mirar pero debe hacerlo, hay mucho en juego, su futuro y el de todo cuanto conoce, todo está en juego. Tiene que salir un 1. Tiene que salir un 1. El corazón está al borde del colapso, de pronto le lanza una señal en forma de pálpito, tiene un buen presentimiento. Es posible, puede que salga ese 1 y todo termine aquí y ahora, ¡claro que es posible! Tiene que salir un 1. No puede estar todo perdido. ¡Tiene que salir un 1!

Sale un 3.

miércoles, 25 de mayo de 2016

A pleno pulmón

Estamos en un elegante salón, con majestuosas alfombras que cubren un precioso suelo de madera. El mismo material cubre las paredes, decoradas con clásicos cuadros. Muebles antiguos y sobrios repartidos por la habitación confieren al clima de una calma y armonía propia de los palacios aristocráticos de la antigua tradición europea.
De pronto soy consciente de que me encuentro frente a ti, cara a cara. Ambos somos partícipes de una conversación solitaria en el gran salón. No hay música que nos acompañe, no hay personas adornando el ambiente. Solos tú y yo bajo la efímera eternidad que confieren las noches veraniegas. Llevas puesta esa preciosa sonrisa que sueles lucir cuando ignoras tu propia belleza natural, tu mirada se pierde entre los recuerdos mientras hablas de la vida, de lo que te ha sucedido durante estos últimos años, de tu miedo a volar... Lo cierto es que estoy empezando a dejar de escuchar tu voz para pasar a escuchar a tu cuerpo. Y te voy a pedir una cosa.
Habla, por favor. Habla del tiempo, del clima, habla de idiotas, de gusanos, de fobias, habla de cómo la sangre brota a borbotones cuando abres una herida. Habla de lo que sea pero, por favor, habla. No le concedas al silencio un sólo segundo. Hazme preguntas, insiste en lo banal, ofréceme otro café, señala cualquier detalle insignificante y absurdo para que lo desarrollemos hasta la saciedad. Necesito con todas tus fuerzas que me mantengas entretenido... yo estoy luchando. Aunque no lo percibas, mi respiración es entrecortada y mi pulso se ha acelerado. Un sudor frío empapa mi camisa y baña mi frente; el temblor de mis labios es más sutil que el de mis agitadas manos, pero mucho más complicado de ignorar. Abrázame si quieres, pero desde lejos. No puedo prometerte... no estoy en condiciones de asegurarte que vaya a seguir en pie durante mucho más. Los músculos de mis piernas están en tensión, todo mi cuerpo trata de contener las violentas sacudidas provocadas desde el interior. Hace un rato que he cometido el error de dejarme caer por tu mirada, he sido tan imprudente de dejar que mis ojos paseasen junto a los tuyos, que escuchasen el mensaje que ese par de agujeros negros tenían para mi atrincherado corazón. Hace un rato que un potro ha despertado nervioso y agitado y ha comenzado a cocear su jaula de costillas, galopa ahora desbocado dentro de mi pecho, destrozándolo todo. Apenas soy capaz de mantener la calma que puedes ver en mi media sonrisa. Creo haber dejado escapar una mueca de sufrimiento mientras mantenía un pulso de fuerza bruta con el animal salvaje que relincha desde mi garganta. Habla, cuéntame la primera anécdota que te venta a la cabeza, invéntate una historia, miénteme, di lo que sea... pero no me dejes a solas con tu corazón, distrae mi atención. Porque como vuelvas a abrazarme, como vuelvas a envolverme con tu perfume, como vuelvas a mirarme en la forma en que acabas de hacerlo, pestañeando un segundo justo antes de alzar tus ojos hacia los míos... te juro que no voy a responder. Me voy a lanzar hacia ti, te voy a acorralar entre mis brazos, voy a recitarte los latidos que silencian mis palabras, voy a volverme loco definitivamente y a dejar que toda la energía que arde en mi pecho salga fuera en forma de torbellino y destroce el salón entero. Voy a dejar que el potro desbocado se lance contra las paredes, impacte contra todos los muebles, destroce las ventanas, rasgue las cortinas, que entre la luz de la luna y la locura salvaje que duerme en el corazón de la bestia le domine. Dejaré que relinche a pleno pulmón y le reproche a la luna su entereza en este cuarto tan menguante. Voy a morderte los labios, besarte en el alma; voy a despeinarte la calma, enredar entre tu pelo mis manos; voy a mirarte desafiante y en silencio para, de pronto, recuperar la conciencia y contrariado darme media vuelta para salir por la puerta en silencio...
Dentro de un par de días intentaré volver a ti —te advertiré— a tu conversación, a este café educado en el gran salón de majestuosas alfombras. Volveré a llamarte, pero no me cojas el teléfono cuando mis manos temblorosas marquen tu número, ni se te ocurra cogerlo porque te llamaré con el único y arrogante pretexto de decirte que te quiero.

miércoles, 11 de mayo de 2016

Un sueño recurrente

Los platos sucios todavía descansan sobre la mesa del salón, hace un rato que pasó la hora de cenar. Julián rompe el silencio y comenta:

- Hace días que tengo el mismo sueño recurrente. Tengo un bate de béisbol en mis manos y una bola viene hacia mí, la bateo con todas mis fuerzas con un movimiento perfecto. El golpeo es impecable y veo cómo sale despedida a gran velocidad alejándose cada vez más y más. La pelota sube cada vez más alto, se aleja cada vez más, haciéndose más diminuta en la lejanía... pero sin perderse de vista. Cada vez se aleja más, puedo ver como vuela a toda velocidad cada vez más lejos. No parece que vaya a volver nunca, en cada instante se encuentra más lejos. Cada vez más. Más lejos cada vez. La pelota se aleja a toda velocidad, cada vez se aleja más y más. El bateo ha sido perfecto, un swing impoluto que ha desplazado la pelota hacia el infinito a una velocidad de vértigo. Sigue su trayectoria impertérrita y se aleja cada vez más, apenas es un diminuto punto que viaja a toda velocidad cada vez más lejos. Sí, todavía es visible, pero cada segundo se aleja más y más. No deja de alejarse a toda velocidad por el aire. Cada vez más lejos. Cada vez más.

Vuelve el silencio prolongado, su mirada se halla inmersa en el mundo de los sueños una vez más. Al cabo de un rato parpadea, frunce el ceño y con una ligera sacudida de cabeza pero con el resto del cuerpo inmóvil lanza una petición hacia el sofá:

- Creo que no me encuentro muy bien, que alguien llame al doctor Steven, por favor.

Continúa solo en la habitación.

miércoles, 4 de mayo de 2016

Volvamos a empezar

503
Volvamos a las noches de rock y de ron.
Volvamos a los días de resaca y silencio.
Volvamos a mendigar en el fondo de los ceniceros, a comer puñados de sal y tinta.
Volvamos a las historias desflecadas sobre tú y yo, a las palabras hechas de humo.
Volvamos a empezar.

Volvamos a las frases inconexas. Ignoremos la última sístole. Y la siguiente. Y quédate conmigo para siempre en el tiempo que transcurre entre ambas.
Volvamos a la poesía sin versos, esa que tu cuerpo y el mío conocen.
Volvamos a las miradas infinitas, esas que se abrazan a la vista de todos, atemporales.
Volvamos al haiku que forman tu risa y los tacones de tus zapatos.
Volvamos a los paseos en blanco y negro.
Volvamos a empezar.

Volvamos a temblar de frío... y de algo más.
Volvamos a las conversaciones congeladas y a las manos nerviosas, esas que no encuentran su lugar.
Volvamos a sentirnos incómodos con las palabras, a deshacernos de la ropa.
Volvamos a buscar la tormena, las miradas.
Volvamos a vaciar el alma en cada beso.
Volvamos a ese instante en que paramos a resollar... antes de volver a estallar.
Volvamos a empezar.





504 

Volvamos a empezar

miércoles, 27 de abril de 2016

Mirada sincera

Últimamente me encuentro más a gusto mirándote a los ojos que hablando contigo.
Será que ya no me creo tus mentiras, que prefiero escuchar tu mirada que es más sincera. Será que me he cansado del miedo que hace vibrar tus cuerdas vocales. Será que me siento más segura colgada del abismo de tus preciosos ojos verdes que a la sombra de esa alameda sombría y silenciosa que tienes por lengua. Será que mi alma prefiere bañarse en la lujuria que reina en los rincones nocturnos a los que no llega el bullicio de tus reproches. Será que me he cansado de los "buenos días" aburridos y taciturnos. Será que tu mirada me despeina mejor que tu voz, que mi corazón escucha más a tus pestañas que a esos labios. Lo cierto es que no sé por qué será... pero últimamente me encuentro más a gusto mirándote a los ojos que hablando contigo.

miércoles, 20 de abril de 2016

Háblame del infinito


- Háblame del infinito.
- ¿Del infinito? - sonrió, le gustaba esa pregunta- El infinito es lo que no tiene fin. Todo aquello tan grande como para que no podemas vislumbrar su final, es infinito. El infinito lo contiene todo, como en el cuento del Aleph de Borges: un punto en el que puedes ver al mismo tiempo todos los puntos del universo y desde todas las perspectivas posibles, ese es El Aleph. ¿Sabías que los matemáticos usan el nombre de Aleph (o álef en castellano) para denotar a los infinitos?
- ¿Los infinitos?
- Sí, los matemáticos distinguen infinitos de distintos tamaños, unos más grandes que otros, unos que contienen a otros. Así, está el álef 0, el álef 1... Vamos a hacer un experimento, imagina dos silos enormes e idénticos que están llenos de arroz, vamos a coger arroz de uno de ellos hasta llenar una barca muy grande. Y ahora nos centramos en la barca llena de arroz y el silo que está intacto. Empezamos a vaciar el silo y la barca de manera simultánea: un grano de arroz del silo y uno de la barca, otro grano de arroz del silo y otro de la barca, otro par, y otro, y otro... Seguimos extrayendo granos de arroz del silo y de la barca a partes iguales hasta que de repente... ¡los dos se terminan al mismo tiempo! La barca contenía solo una parte del silo inicial (que es igual que nuestro silo, ahora vacío) y sin embargo se han terminado al mismo tiempo. En este caso, los matemáticos dicen que el número de granos de arroz que había en el silo es infinito. Es como si del total de un objeto, pudieses quedarte con una parte del mismo y esa parte fuese exactamente igual que el objeto inicial... De locos, ¿verdad? Pues con ese romanesco sucede lo mismo, si observas con atención un trocito pequeño del mismo verás que tiene la misma estructura que el romanesco entero. Es como si se repitiese el mismo patrón en cada ramificación hasta... hasta el infinito. De eso hablaba un señor polaco, llamado Mandelbrot, cuando contaba cuentos sobre los fractales. Y es que, el infinito puede ser algo muy grande, enorme, pero también se puede hablar del infinito hacia adentro. ¿Hasta dónde puede llegar uno haciendo introspección de su propia persona? ¿Cuántos niveles de profundidad tiene el cerebro humano? -alargó el interrogante de la última pregunta mientras su mirada se perdía asintóticamente en el anhelo. Anhelo por encontrar la respuesta, por entender cómo demonios funcionan los recuerdos y por qué es tan difícil recuperarlos cuando se han perdido. Un anhelo tan tangible que se condensó en una sola lágrima precipitada desde el acantilado de su ojo derecho; no permitió destilar una sola más, por el miedo a que dentro de esa gota de lágrima se escondiese un océano de infinitas más- Como ves, el infinito es algo poco intuitivo, puede engañar a la razón si uno no se anda con cuidado.
- ¿Infinito? -su mirada denotaba cierta curiosidad, como si esa palabra hubiese tenido algún significado para ella en un pasado lejano- Háblame del infinito.

miércoles, 13 de abril de 2016

Interrupción



No sé...

No sé si será esta mesa de madera, que me encanta; si será el olor a café sobre la mesa; tu jersey de lana; no sé si serán tus dos ojos negros clavados en mi alma, tu plena atención a nuestra conversación, mi total ausencia de esta silla en la que reposa mi cuerpo ahora... o el conjunto de todo eso. Te juro que no sé lo que es pero tengo muchas ganas de hablarte de cosas que no debo, de decirte palabras inapropiadas, de confesarte secretos a voces censuradas...

No sé, será que conforme pasan los años cada vez le tengo menos respeto a lo políticamente correcto y que cada vez me preocupo menos por respetar los tiempos y tonos en las conversaciones. Pero necesito decirtelo ahora mismo y no me va a importar interrumpirte aunque que estés hablando:

- Te quiero.



miércoles, 6 de abril de 2016

El séptimo símbolo




Según Wikipedia, los seis primeros símbolos de la imagen anterior muestran la evolución histórtica de la conjunción ampersand. Confieso que, pese haberla utilizado y representado en bastantes ocasiones, ni siquiera sabía cómo deletrear su nombre hasta hace unos instantes.

Debido a mis estudios primero y a mi trabajo después, he utilizado bastante este símbolo. Mis apuntes de estudiante están llenos de referencias al mencionado carácter y lo mismo sucede con el código que genero en mis ficheros de trabajo. Sin embargo, pese a contar con una representación fiel y perfecta del símbolo (en la actualidad semejante al numerado como 6 en la imagen) en cualquiera de mis teclados, jamás incluí dicho carácter en mi grafía manuscrita. Es por ello que mis apuntes abundan en referencias a tal símbolo pero no hay ni una sola representación semejante a este. En su lugar, decidí emplear un símbolo de entre los disponibles en mi repertorio y con escasa probabilidad de interferir y causar confusión alguna. Entre todos ellos, elegí la clave de sol.

Reconozco que el hecho de que en mis apuntes de lógica formal y programación puedas encontrar claves de sol por cualquier lado puede causar desconcierto, risa, sorpresa o exasperación. Pero no veo motivo alguno para el reproche en tanto que el valor de los símbolos reside en su significado contextual y no en la ejecución que cada persona realice al invocarlos. Tendría que confesar que encuentro cierto romanticismo en utilizar un símbolo musical en lenguajes no melódicos, pero sobre los símbolos y mi dislexia simbólica hablaremos más otro día...

miércoles, 30 de marzo de 2016

Orden de magnitud

El atormentado asesino se permitió jugar a soñar; y tratando de imaginar cómo explicar el inefable sentimiento de culpa que martirizaba su alma desde hacía años, se dispuso a divagar:
Consideremos algo grande. Pensemos en la Gran Muralla China, que recorre enormes montañas y tiene una longitud de veintiún mil kilómetros; sí, creo que ese tamaño es el adecuado. Del tamaño de la Gran Muralla China sería una de las patas del ciempiés que necesito considerar. Un ciempiés de un tamaño proporcional al de sus patas (cada una de ellas del tamaño de la gran muralla china), ese ciempiés sería la comida de un gorila del tamaño adecuado. El tamaño de ese gorila es el que necesito, efectivamente. Una niña que jugase con un peluche con forma de gorila (del tamaño de nuestro gorila que come ciempiés del tamaño de los ciempiés con patas del tamaño de la gran muralla china) tendría el tamaño que necesito para mi propósito. Considerando esa niña, y considerando a su tío, que sería el jugador de baloncesto más grande de su especie, con apariencia casi monstruosa entre los suyos, encontraría a al ser del tamaño que busco. En realidad no es suficiente, pero imaginemos que sí lo es y pensemos en ese jugador de baloncesto de tamaño desproporcionado (tío de la niña con tamaño suficiente para adoptar como peluche a un gorila del tamaño adecuado para comer ciempiés de una talla tal que sus patas son del tamaño de la gran muralla china), imaginemos que ese hombre brama, alargando eternamente la "s" de forma viperina, la palabra "vergüenza" ("shame" en inglés), con una voz tan grave como la bocina de un lejano buque transatlántico que irrumpe en el puerto en plena noche apareciendo entre la bruma. Entonces podría ilustrar el sentimiento repulsivo que me despierta cada noche justo antes de dormir (pues en realidad ya no duermo sino dormito) de la caverna de las sombras en la que paso mis días, para ver mi auténtica realidad; el recuerdo futuro en el que vagará mi alma durante el resto de la eternidad.

miércoles, 23 de marzo de 2016

Tuve que quedarme callado mientras mi alma despotricada arremetía contra mi corazón, haciendo que los golpes retumbasen desde mi pecho por todo el cuerpo. Tuve que quedarme callado...

... porque no hay nada en ella que no me haga hervir la sangre. No hay un sólo átomo de su cuerpo, ni un resquicio de su alma que no me vuelvan loco. No hay nada en ella de lo que no esté locamente enamorado. No hay ni un gramo de ella que no inspire estas líneas. No hay nada en ella que no lo sea todo.

miércoles, 16 de marzo de 2016

No hagas promesas

Una vieja carta sin palabras. Papel amarillento dentro de un sobre con sello que jamás llegó a enviarse. Esa carta es igual de válida que una de mis promesas: efímera, hipotética, patética, contradictoria, metafísica. Mis promesas no sirven de nada, por eso hace años que dejé de hacerlas.
Si necesitas hacer una promesa es que no estás preparado para experimentar aquello que prometes ahora mismo, sea lo que sea. Si no estás listo para experimentarlo en este mismo instante, no lo estarás nunca. Y en ese caso, no mereces vivirlo. No hagas promesas. No consumas tu vida con absurdas y etéreas palabras. No hagas promesas, no te hagas ese desfalco a ti mismo, no seas impertinente, inoportuno. No hipoteques tus deseos hacia un futuro ya acabado.
No desgastes el ánimo sin destrozar antes las suelas de tus botas, no engrases las alas para un vuelo cancelado. No hagas promesas, ¡actúa!

miércoles, 9 de marzo de 2016

Entrevistas

  • "¿El amor? Yo no sé muy bien qué es el amor. Es un sentimiento raro porque es inmutable. El resto de sentimientos que conozco evolucionan, cambian con el tiempo; sin embargo el amor... siento exactamente lo mismo que 10 años atrás, cuando me golpeó por primera vez. El amor no es algo que buscas, te llega cuando peor te viene, cuando menos lo necesitas... y más vale que estés preparado, porque viene para quedarse. El amor es algo complejo, extraño y de oscuras implicaciones aunque también es maravilloso y capaz de hacerte sentir vivo. El amor es... amor. Pero recuerda, esto es solo mi humilde opinión."
  • "Al principio un escalofrío recorría mi espalda. No podía sentirme cómodo en una habitación junto a aquel monstruo [...] A medida que hablábamos me daba la impresión de que aquella carcasa orgánica, aquel cuerpo albergaba una persona normal, incluso podría haber dicho que tras aquella fachada escalofriante había alguien que alguna vez tuvo alma. [...] Le pregunté como podía llegar a pensar así tras haber actuado como lo había hecho, tras haber causado todo ese dolor. Cómo era posible que fuese capaz de aparentar humanidad y serenidad aún tratanto cuestiones tan escalofriantes... A todo puede aprender uno, me dijo."
  • "Velocidad, sin duda elijo la velocidad. Me gusta ir rápido. No es que no disfrute del camino, la meta es lo de menos, es que me gusta que el camino pase a toda velocidad. Esa sensación de fugacidad de cada momento; es como si... hace que valores mucho más el tiempo, ¿sabes? Cada instante cuenta, cada segundo es único. Disfruta de la vida cuanto puedas porque no tendrás otra. Cada mañana al despertar me regalan 1440 minutos, no quiero desperdiciarlos con lentitud. El mundo gira demasiado despacio y nadie puede ver su movimiento. Eso no es para mí."
  • "Ayer por la tarde yacía, sentado en un parque y con la mirada perdida, mirando hacia un niño que jugaba felizmente. Pasado un buen rato fui consciente de mí mismo... Me tuve que secar las lágrimas que habían empapado mi cara (y que no había percibido hasta ese momento) y me pregunté cómo se pueden complicar tanto las cosas, cómo es posible que se tuerzan hasta el punto en que algunos niños maten a otras personas en una guerra. ¿Me preguntas que si creo en el ser humano? Lo siento pero hoy no puedo contestarte a eso."
  •  "¿Ella? Ella es la distancia entre dos estrellas. Puede que un observador ignorante y descuidado únicamente vea dos puntos luminosos capaces de entrar en un mismo vistazo hacia el cielo, "Al fin y al cabo solo hay... un dedo de distancia", dirá cerrando un ojo mientras hace la burda estimación. Sin embargo tú, que has dedicado tiempo y esfuerzo a estudiar ambas estrellas y todo lo que las envuelve, sabes que la distancia entre ellas es de varios años luz. Sabes que si dedicases toda tu vida al único propósito de recorrer el camino entre la una y la otra, aún cuando te afanases en apresurarte y no emplear un solo instante de tu vida en algo que no fuese el completar esa distancia que hay entre la otra y la una, sabes que ni todos los años de tu vida alcanzarían ni tan siquiera para comenzar el camino. Eres muy consciente de que toda una vida no sería suficiente para disfrutar de todo lo que pueden ofrecerte esas estrellas y la distancia entre ellas. Pero también sabes que cada instante de tu vida dedicado a tal empresa, habría merecido la pena, pues habría de ser un maravilloso camino. Ella es la distancia entre dos estrellas."




[Esta entrada es un Cajón con retales]

miércoles, 2 de marzo de 2016

Frases de David de Jorge

El personaje y la persona que se citan en esta entrada (y que sin duda aparecerá en más como esta)  es un auténtico titán, en todos los sentidos.

  • "Mientras caguemos en porcelana y abramos un grifo y salga agua, seremos unos privilegiados."

  • "Hay que cocinar porque el mundo se está acabando. Y el fin del mundo nos tiene que pillar haciendo cosas importantes: cocinando... y haciendo cosas en gerundio, que ya sabéis cuáles son."

  • [Se escucha un pitido de la placa vitrocerámica mientras está emplatando]    "La placa está pitando porque esta alucinando del magma supremo que hemos hecho..."

  • "Hacía tiempo que no teníamos el lujo de ver caer trufa negra laminada sobre un plato... Vamos a decirle al realizador que ponga 6 rombos rojos en la pantalla. No se si tenemos 6 rombos... desde luego no vamos a volver a ponerlos otra vez hasta que tengamos algo interesante como esto."
 
  • "¡A cocinar que el mundo se va a acabar! Que cuando menos te lo esperas te atropella el autobús... y cuando el médico haga la autopsia y habrá tiene que decir "¡Joder, este tío ha vivido de verdad!" y que saque ahí gallo al horno, vogabante a la plancha y trufas negras y todo el copón."



[Esta entrada es un Cajón con retales]

miércoles, 24 de febrero de 2016

15 de septiembre de 2016


"Quince de septiembre de dos mil dieciséis..." Alambico esa fecha que merodea por mi cabeza analizándola una y otra vez. Hace un puñado de minutos que me he despertado y me encuentro en mi cocina, desayunando antes de ir a trabajar. No deben de ser más de las cinco treinta de la mañana pero yo me hallo absorto en ese pensamiento: "quince de septiembre de dos mil dieciséis". Para la mayoría de las personas problablemente solo sea una fecha más, un día en sus vidas, un día del futuro o un día del pasado, pero solo un día más de todos con los que cuenta la historia de la humanidad. Para otros muchos sin embargo será una fecha especial por diferentes motivos, su cumpleaños, el cumpleaños de una persona especial, el aniversario de algo importante, el día de nacimiento de una tradición, el día final de algo o alguien... El quince de septiembre de dos mil dieciséis será una fecha más, una fecha muy especial, un día marcado en el calendario y en los corazones de mucha gente y también un ente perdido entre la retahíla infinita de lapsos temporales. Será una fecha resaltada en estas líneas, en cualquier caso... Quince de septiembre de dos mil dieciséis, 15/09/2016, es la fecha de caducidad estampada en la caja de mis cereales.

miércoles, 17 de febrero de 2016

Gigantes

Hallándome yo en una incursión por tierras desconocidas, aunque con un rumbo bien marcado divisé algo cotidiano en la vida de aquellos que lo protagonizaban pero sin embargo ciertamente inusual para mi experiencia.
No sabría explicar con exactitud la tremenda escena ni lo que ésta profirió a mi experiencia. No obstante, trataré de hacer una narración organoléptica con el único propósito de traducir al papel lo que mis sentidos percibieron.
Se trataba de uno de esos gigantes que habitan en nuestras llanuras, en las llanuras que conforman mis tierras y también las tierras en las que tenía lugar mi acometido de aquel día. Son, en general, gigantes pacíficos con los que los mortales vecinos de esos lugares han aprendido a convivir. La relación entre ambos es de recíproco respeto y ambas partes se procuran cuidados entre sí. La escena en cuestión era la de uno de esos gigantes lesionado, con un brazo destrozado por algún que otro devenir que no logro a imaginar, impedido para desarrollar sus funciones habituales y visiblemente dañado. Junto a este gigante (que yacía aún en pie, rodeado de la indiferencia de sus semejantes, aunque no quiero juzgar la moral de nadie) se encontraba un grupo de vecinos que, pese a contar con menos de la mitad de la mitad de la estatura del gigante, colaboraban para ayudar al mismo. Habían establecido una pequeña base de operaciones y se afanaban en recomponer el destrozado brazo de nuestro amigo. Ahí estaban ellos, seres casi insignificantes y perfectamente ignorables, ayudando a la recuperación de una de sus extremidades a unos de esos imperturbables e indiferentes gigantes.
No pude evitar recordar a mi amigo Alonso y su experiencia con los gigantes hace ya cuatrocientos años y pensar que en el fondo... no soy tan distinto a él.

miércoles, 10 de febrero de 2016

Somos lo que escribimos

Somos lo que escribimos y este texto está condenado a morir. Soy café y pensamientos; soy ese anhelo sin esperanza, desesperado; soy amor ahogado y rabia despotricada; soy ansiada ambición de un ayer desprovisto, de un mañana fugaz; soy un amasijo de palabras, enredadas en tu pelo; soy tú, y a veces, soy yo; pero ante todo soy lo que no fui, soy lo que me gustaría ser, soy palabrería barata... soy por no dejar de ser. Somos lo que escribimos y por no dejar de ser, soy hasta lo que jamás llegué a escribir.

miércoles, 3 de febrero de 2016

Conversaciones robadas (IV)

· "Con la harina de cebada los nutricionistas alucinan, tiene propiedades antioxidantes, tiene [...] Vamos, que cuando trabajan con harina de cebada no saben si ven o sueñan".

· [En una entrevista en la radio.]
  - Pero dinos, ¿qué opinas tú sobre este grupo de música? La gente quiere saber...
  - ¡La gente lo que quiere es wifi!

· - Tengo ganas de gritar
  - ¿Por qué?
  - Porque me aburro
  - Pues te desaburres
  - ¿Me quieres?
  - Sí, yo siempre que te portas bien, te quiero.
  - Tengo ganas de gritar
  - ¿Por qué?
  - Porque me aburro
  - Mira, el que está contento no tiene dolores y el que está triste le duele todo
  - Pues yo estoy triste
  - ¡Pues ríete más!

· [Por teléfono]
  - Porque me ha dicho el conductor que vomitando no podía estar dentro del autobús y...

· [En la biblioteca, una madre explicando a su hijo pequeño]
  - Había que haber devuelto los libros la semana pasada y entonces nos han castigado un poco, porque no me había dado cuenta de que el día...



[Esta entrada es un Cajón con retales]

miércoles, 27 de enero de 2016

1de5: Los ojos

Y la persona que hay detrás de ellos, el alma que reflejan. La Irene Adler particular del autor. Supone un reto intelectual y otro emocional de manera simultánea. Inteligente, el cerebro del autor no conoce a otro con el que se encuentre más a gusto. Genuina, el alma del autor no se desnuda ante nadie como lo hace ante ella. Preciosa, los ojos más bonitos y carismáticos que jamás... dos agujeros negros que absorben toda la atención del autor cada vez que los ve. Puede que suene idiota, pero es de ella de quien habla cada poesía, cada canción. La combinación perfecta de corazón y cerebro. Los ojos. LA mujer.

miércoles, 20 de enero de 2016

Paquetes

Está muy acelerado y su voz tiembla mientras, a toda velocidad, explica emocionado:

- No, no estás entendiendo nada. Mira, imagina un paquete, ¿vale? Un pequeño paquete más o menos con forma de hexaedro de unos... 4 centímetros de lado. Visualiza ese paquete. Ese paquete tiene dentro otro paquete y dentro de este hay otro paquetito y dentro otro y dentro de ese otro paquete minúsculo. ¿Lo ves ahora? Es decir, el paquete inicial puede ser un paquete envuelto en papel de regalo o una pequeña cajita de madera, eso no importa. Pero sí las dimensiones y el hecho de que dentro de un paquete hay otro paquete exactamente igual. La idea es esa y la clave está precisamente en que los paquetes están unos dentro de otros, pero son iguales, ¿lo entiendes? Es es es es como si... vale olvídalo. Mira, te haré un dibujo.

Coje un rotulador y se pone a dibujar paquetes dentro de paquetes en la pizarra, continuando su atropellada explicación:

- Este es el paquete exterior, ¿de acuerdo? Y dentro de este, hay otro que es exactamente igual que el anterior, pero está dentro. Y después tenemos otro, que es igual que este que acabo de dibujar, pero TAMBIÉN es igual al primer paquete que te estoy remarcando ahora con rotulador azul. La idea es muy simple pero encierra razonamientos tan complejos que seguro no alcanzas a ver todavía. ¿Puedes ver los paquetes? Están aquí mismo, pero hay infinitos paquetes, ¡claro que hay infinitos! No puedo dibujarlos pero están ahí. ¿Te das cuenta de la jodida maravilla que te estoy mostrando? Son unos paquetes que están dentro de otros, pero no importa hasta qué nivel bajes porque en realidad cada uno de los paquetes es igual que todos los demás, entonces tienes infinitos paquetes que son uno, pero están unos dentro de otros formando una sucesión.

miércoles, 13 de enero de 2016

Pez globo

"Un pez globo amarillo. Si te gusta el color amarillo, tengo algo que me hace extrañamente atractivo, no sabrás qué es exactamente, pero te apetecerá disfrutar de ese color, acercarte, tocarlo, mirarlo... Pero lo cierto es que también tengo unos afilados pinchos que de vez en cuando saco sin previo aviso y causo un gran daño. Cuanto más cerca estés, cuanto más distraído con el color amarillo... más te sorprenderán los pinchos y más dolor sufrirás. No entenderás el dolor, ¿por qué algo con ese color tan bonito puede hacerte sufrir? ¿Por qué iba a decidir sacar los pinchos cuando tú estás tan cerca, si siempre te he permitido acercarte a disfrutar del amarillo sin problemas?
Un enorme y extraño pez amarillo que llama la atención por su color, pero que si te acercas demasiado, explotará sacando decenas de pinchos que te infligirán dolor."

miércoles, 6 de enero de 2016

La belleza de lo aleatorio

Hablemos sobre la creación de caos y lo aleatorio. Nuestra mente está tan condicionada y alienada hacia lo normal, hacia lo opuesto al sinsentido, que resulta complicado crear aleatoriedad. Estamos tan acostumbrados a entender todo lo que percibimos y a que las cosas tengan un sentido, que cuando encuentro algo aparentemente caótico; cuando encuentro a alguien que ha logrado crear algo escondiendo todo orden detrás de su creación, me cautiva.

Solo acostumbro a delirar con ese orden en el caos y a disfrutar de esa belleza de lo que no entiendo con entes matemáticos.

Este vídeo me encanta por esa razón, porque distingo una sucesión de "ruido blanco visual" que me reconforta, me eximo de apreciar el significado de las imágenes y de esforzarme por sacar una conclusión. Simplemente me relajo y disfruto de la obra inerte. Por otro lado, la música y la voz me resultan apasionantes.