miércoles, 29 de junio de 2016

Despertar

Buenos días, deja que te susurre algo, es probable que haya tenido un sueño muy bonito que te quiero contar.

Estoy en un precioso jardín frondoso. Todo está impregnado de verde, la hierba bajo mis pies está húmeda, los setos con formas de sombras chinas que decoran la imagen aparecen salpicados por la estampa, un pequeño arrollo de agua cristalina pone la banda sonora al venir recorriendo su camino de forma sinuosa desde el fondo de la imagen. Éste aparece desde lo alto de una pequeña cascada que aterriza en un minúsculo lago. Incluso hay un árbol, majestuoso y delicado al mismo tiempo. Su tronco no es especialmente grueso ni sus ramas grandiosas. Sin embargo estas son robustas y la estampa que ofrece en su conjunto es de un ser vivo que ha permanecido impertérrito durante muchos años. Es la imagen de la calma, la paciencia, la fortaleza y la eternidad. Siento, al descansar bajo sus ramas, que tiene mil historias que contar... aunque jamás las contará.
De pronto escucho un fuerte bufido que llega desde detrás del árbol. No sé qué o quién lo ha emitido pero desde luego ha de ser algo muy grande a juzgar por la gravedad con la que ha bramado. Acto seguido se escuchan pasos lentos, la tensión me mantiene inmóvil anclado al suelo. Me creía solo en este bonito escenario y la sola posibilidad de una presencia extraña me perturba y me inquieta. Sin tiempo para que pueda reaccionar (aunque tampoco podría decir que lo haga irrumpiendo en escena) aparece en mi campo de visión un animal enorme. No puedo creer lo que ven mis ojos, ¡es un rinoceronte! Con paso majestuoso se pasea delante de mí sin prestarme atención al principio. Después, cuando se percata de mi presencia me dedica un coletazo sin demasiado interés aunque sin darme la espalda. Yo mantengo la guardia igualmente, un animal de su tamaño y con su fuerza podría destrozar mis huesos de un solo gesto, lanzar mi cuerpo por el aire y batirme sin el mínimo esfuerzo. De pronto algo parece no gustarle y se arma en guardia encarándome. Se enfrenta a mí lanzándome un bufido de aviso y alinea sus patas delanteras preparándose para embestir. Procuro retroceder muy despacio, quiero armar mi pierna izquierda para dar un paso atrás de manera pausada pero sin vacilar… y me doy cuenta de que el miedo ha bloqueado mis músculos, me encuentro totalmente paralizado a excepción de mi respiración, que acompaña acelerada a los latidos de mi corazón. Recuerdo un documental que vi hace unos meses en el que contaba que los rinocerontes son capaces de iniciar una rápida carrera de forma explosiva, llegan a coger gran velocidad pero durante un intervalo muy breve de tiempo, si eres capaz de escapar de su embestida inicial durante 100 metros estarás a salvo... Pero calculo que estando tan cerca de mí no seré capaz de huir de esa terrible arrancada. Me pongo más nervioso esperando su explosiva carrera y percibo que su respiración es fuerte y acelerada. El enorme animal comienza a moverse de repente de forma espasmódica, sacude la cabeza de un lado a otro, da pasos caóticos adelante y atrás... algo le sucede, parece estar sufriendo una especie de ataque, pero no sé de qué. De pronto, emite una especie de gruñidos muy extraños, inclina su cabeza hasta acercar el hocico a la altura de la hierba y regurgitar algo. Tras ese movimiento parece calmarse, como si algo le hubiese estado impidiendo respirar y se hubiese librado de ello. Al levantar de nuevo la cabeza, veo como su gran cuerno apunta hacia la dirección en la que estoy. Por un instante el pánico, que se habría transformado en  desconcierto, vuelve a apoderarse de mi pecho, de mis piernas y mi garganta. La enorme bestia comienza a moverse, se dirige hacia mí... pero su paso es sereno y constante. Pasa a mi lado, incluso roza mi brazo con su dura piel, siento la áspera armadura que viste y mi sangre se hiela. Pero pasa de largo sin detenerse y siento que he vuelto a nacer. No sé por qué pero su interés por mí ha desaparecido, o puede que nunca lo haya tenido. Veo cómo se aleja hasta desaparecer tras el árbol por el que apareció hace un rato.
Todavía sin creerme lo que ha sucedido me acerco hacia la posición en la que se había parado, tengo curiosidad por ver qué es lo que ha regurgitado. Me acerco cuidadosamente, me agacho y cojo entre mis manos tres pequeñas flores que yacen sobre la hierba. Lo que ha salido de la boca del rinoceronte son tres preciosas flores de almendro, intactas, maravillosas, realmente bonitas. Las vuelvo a dejar en el suelo y me alejo, quiero seguir disfrutando del paisaje. Me alejo unos cuantos pasos y al volver la vista para gozar de una visión panorámica del conjunto... Tres grandes y frondosos almendros en flor descansan majestuosos donde acabo de dejar las tres flores.

Como decía, es probable que haya tenido este bonito sueño... aunque es igual de probable que no lo haya soñado. Pero quiero que visualices esas tres preciosas flores de almendro porque me parecen realmente maravillosas y me encanta la armonía que me han transmitido.
Y ahora, shhh, no digas nada. Que pases un buen día ;)

miércoles, 15 de junio de 2016

Sale un 3

Es un momento decisivo. No entiende cómo ha llegado a esta situación, no recuerda cómo ha dejado que su vida se descontrolase hasta este punto, aunque poco importa eso ya. Lo importante es lo que hay sobre la mesa. Y lo que hay sobre la mesa es su propia vida entera. Se juega todo en un disparo, si al lanzar el dado sale un 1, "pollo para cenar", podrá reestablecer el orden que reinaba en su vida antes de los dos últimos meses. Si sale un 2 o un 3 estará muerto. Y si sale cualquier otro resultado tan solo estará postponiendo lo inevitable... de modo que el único resultado que puede permitirse es ese 1. El dado, caprichoso y aleatorio, no obtiene nada con su sufrimiento, pero tampoco va a ser benévolo y le va a regalar ese 1 tan preciado. En la vida nadie te regala nada, y menos a un tipo que ha cometido tantos errores encadenados como él.

Se concentra con todas sus fuerzas, es su momento. Si logra que el 6 bese el tapete, dejando lucir por encima al número 1 todo habrá terminado, esta horrible pesadilla quedará atrás y podrá construirse una nueva vida. Cierra los ojos y se encomienda a las leyes del azar, a los tropezones del capricho, a la compasión del tiempo, a la divina providencia. Apenas es capaz de percibir nada en el mundo salvo el dado que tiene entre los dedos; ni el humo que inunda el oscuro salón, ni los tiradores de precisión que disparan sus miradas hacia su persona desde distintos ángulos, la gota de sudor frío que recorre su frente como un insignificante arrollo en medio del desierto buscando un camino de descenso hacia ninguna parte, ni siquiera el rítmico latido de su corazón que galopa en su pecho. Este es el momento, no hay otro ni lo habrá jamás, o lo pierde todo o lo consigue. Sabe que es su única oportunidad. Su cuerpo está en guardia, aunque su mente no concibe el fracaso. Tiene que salir un 1. Sus vasos sanguíneos se han dilatado, sus glándulas sudoríparas se han puesto a trabajar, sus músculos en tensión se reparten entre los paralizados y los que no pueden dejar de moverse en convulsiones repetitivas y nerviosas. Todo su cuerpo experimenta el tiempo a la velocidad de la luz, millones de sensaciones se solapan en un único punto, como si él mismo se  hubiese convertido en un Aleph. Su mente, en cambio, navega a la deriva en espiral sobre la misma idea: tiene que salir un 1.

Al fin abre la mano y deja caer el dado. Alea jacta est. La suerte está echada. Ni siquiera ha sido capaz de empujar el dado hacia una u otra trayectoria, tan solo ha abierto sus agarrotados dedos y ha libertado a ese pedazo de plástico que contiene su sino de la jaula de barrotes huesudos que lo apresaba. Quién sabe el recorrido que realizará el dado, los botes que dará en el tapete, si sus vértices tropezarán torpemente por el tablero o sus elegantes aristas bailarán en la pista. ¿Qué importa eso ya? El tiempo ha parecido ralentizarse. La densidad de entropía a su alrededor ha crecido exponencialmente en los últimos diez segundos, cuando empezó este texto. El universo entero parece estar paralizado, aguardando expectante al resultado que ese dado tiene que ofrecer. Puede que Dios no juegue a los dados habitualmente, pero es imposible que no esté pendiente de la mesa esta noche. No quiere mirar pero debe hacerlo, hay mucho en juego, su futuro y el de todo cuanto conoce, todo está en juego. Tiene que salir un 1. Tiene que salir un 1. El corazón está al borde del colapso, de pronto le lanza una señal en forma de pálpito, tiene un buen presentimiento. Es posible, puede que salga ese 1 y todo termine aquí y ahora, ¡claro que es posible! Tiene que salir un 1. No puede estar todo perdido. ¡Tiene que salir un 1!

Sale un 3.