miércoles, 28 de marzo de 2018

Escribir algo digno

Para escribir algo digno de ser leído... diría incluso que para escribir algo digno de ser escrito, es necesario que confluyan dos sucesos: tener algo que contar y saber plasmarlo sobre el papel (véase la metáfora) de una manera más o menos comprensible.
 
Las cosas dignas de ser contadas me resultan del todo inefables; mientras que del resto de las cosas que suceden a mi alrededor, aquellas que percibo carecen absolutamente del interés o relevancia necesarios. Estamos buenos entonces.
 
Sin embargo, he sentido la irrefrenable necesidad de ordenar sobre el papel la tinta sobrante que borboteaba en mis pulmones. De manera que, al incumplir los preceptos establecidos al inicio del presente texto, queda demostrada la invalidez de dichas hipótesis. Siendo, por tanto, las cantidades precisas de interés y egoísmo por parte del autor, los únicos números necesarios para escribir algo digno de ser escrito.
 
Acaso debiéramos incluir en el debate la definición misma del adjetivo digno o incluso el papel del (nunca suficientemente valorado) lector. No es tal la intención.

miércoles, 21 de marzo de 2018

Esclavitud

Aquel que no es dueño de su cuerpo, que se dedica de sol a sol a hacer más rico a su "amo"; aquel que jamás alza la mirada ni la voz ante el sistema que le oprime; aquel que acata servicialmente todas las órdenes, por carentes de pragmatismo que éstas sean... aquel que reserva todo su potencial y creatividad para, por la noche, condensarlos en una gota de tinta, pintura o nota musical; aquel que con tan sólo un gesto es capaz de exprear lo inefable, de arañar tus entrañas, de estrujar tu corazón y secarte los lacrimales, de robarte el aliento y dibujarte una sonrisa en lo más profundo de tu pecho. Aquel que con un golpe despreocupado de su muñeca es capaz de dar color a una vida entera y hacer inmortal al más cotidiano gesto.

Dime, aquel artista... ¿es esclavo o dueño del mundo?