jueves, 29 de agosto de 2013

Desayuno

Es una preciosa casita de madera en la base de una pequeña montaña. Entre ambas, un calmado lago apacigua el ánimo de todo aquel que goce de su presencia. La casa tiene un porche en la parte trasera con vistas al lago y una pequeña escalera que desciende hasta la orilla del mismo. Son las 7 de la mañana e Irina se encuentra en el porche, con sus grandes ojos negros cerrados, dejando que el entorno le rodee; el olor a hierba, el canto de algunos pájaros, el sol, todavía sin calor, incidiendo en su cara y su piel morena, la brisa de la mañana que despeina, aún más de lo que lo ha hecho la almohada, ese pelo que más negro no puede ser, la fría madera bajo sus pies descalzos... le encanta esa sensación. Es paz, es armonía con el mundo, es la perfección... la felicidad más pura.

Sin poder (ni querer) quitarse la sonrisa de la cara, entra en la cocina regalando un dulce: "¡Buenos días!". Saúl está sentado a la mesa desayunando, como sin querer romper el silencio que reinaba en la cocina antes de que Irina entrase, emite un sonido gutural difícilmente audible a modo de respuesta. Él es una persona muy tranquila, no suele alterarse por casi nada, afable con los suyos pero reservado con el resto, ella lo ama con locura y sabe que él también lo hace, se lo ha demostrado infinidad de veces. Irina, apoyada sobre la encimera, se queda mirando a Saúl, jugueteando con varios pensamientos. Durante ese instante de tiempo, nada acompaña al silencio salvo el sonido que hacen los dientes de Saúl al masticar la tostada de pan que toma junto al café cada mañana. Irina sale de su paseo por pensamientos con una conclusión "Hay que comprar galletas, ésta es la última", la coge y se sienta junto a Saúl para desayunar. Él, con la mirada perdida apuntando hacia tu taza de café, y como absorto en un remolino de pensamientos y sensaciones dice: "No me gusta lo que hago". Irina saborea su galleta, "¿El qué...?" dice, mira la galleta y le da otro mordisco, "¿... tu trabajo?" pregunta distraída mientras le levanta a por un vaso para el zumo. Saúl levanta la mirada por primera vez y mira a Irina con una expresión de terror, pena y un dolor difícilmente explicable en unos ojos tan jóvenes, "Vivir". Ella, apretando los labios en una mueca de decepción e impotencia queda petrificada unos instantes mirando a Saúl, que ha vuelto a bajar la mirada. Se acerca al chico por detrás de la silla, le besa en la cabeza, esa cabeza rapada que urde tales pensamientos y... la abraza, como si ese abrazo pudiese retener el alma de Saúl junto a ella, impidiendo que la esencia de lo que es ÉL se escape.

miércoles, 7 de agosto de 2013

Lavarse los dientes

· Llegó a odiar a Heidi por apretar el tubo de dentífrico por el medio al lavarse los dientes cada día.

· Como el suicida que se lava los dientes antes de la última cena...

· Lavarse los dientes por segunda vez consecutiva se convirtió en uno de sus placeres secretos favoritos; esa sensación...

· ... frotando sus dientes, encías y lengua tan absurdamente fuerte que no se daba cuenta de que así no lograría expiar sus pecados.

· 9 de cada 10 dentistas recomiendan lavarse los dientes al menos 2 veces al día.

[Esta entrada es un Cajón con retales]

Cajón con retales

Este tipo de entrada se caracterizará por poseer:
- Un título que recoja el tema sobre el que versa la entrada.
- Cinco "retales" cuyo contenido se encuentre dentro del tema definido en el título.
- Ausencia de relación entre los cinco retales excepto la ya mencionada.
- Ausencia de formato específico en esos retales de texto, pudiendo tratarse de frases dichas por un personaje, un pensamiento, un minirelato, una oración incompleta, etc.

lunes, 5 de agosto de 2013

Te echo de menos

Cerrar los ojos y echar de menos aquella noche en la playa; añorar esa primera (y última) cerveza que te supo tan bien; recordar aquel beso de una noche en Noviembre, el último deseo que pediste a una estrella fugaz; volver a ese lugar mágico junto al mar, a aquel momento de reflexión en medio del campo (con la bicicleta pinchada tirada al lado); sonreír recordando ese viaje a París, la primera acampada; recrear esa sensación de magia pura, sin trucos, al observar por primera vez la paradoja de Banach- Tarski...