miércoles, 14 de mayo de 2014

No...

No, no lo hagas. Otra vez no. No tienes derecho a mirarme así... En realidad sí, tienes todo el derecho del mundo a hacer lo que quieras conmigo. Pero yo no quiero darte ese derecho. No quiero que tu mirada penetre mi escafandra de esa forma tan rotunda, ahogándome y robándome las palabras que suelo respirar. No quiero que las murallas de roca que construyo durante años y las fortalezas en las que me creo seguro se tornen tan absurdamente endebles y se derrumben ante el recuerdo de tu perfume; no quiero que camines con ese movimiento de caderas tan tan hipnótico sobre los restos de piedra amontonados fútiles por el suelo, vagos recuerdos de esos años acumulando heridas, pagarés  de cicatrices. ¿Quién te dio el permiso para ser tan perfecta? ¿Quién te ofreció los bocetos para construir el templo que alberguase mi amor? Los guardaba tan profundos en mi ser que ni siquiera yo era consciente de su existencia... hasta que te conocí. Es como si pudieses leer lo que mi corazón escribe, interpretarlo y construir una psique mejorada de mi idealización, como si cogieses los desvaríos de este viejo y tonto corazón, romántico desgastado, y creases algo coherente. Es como si hicieses todo eso... tan sólo siendo tú misma. Y no quiero. No quiero ser tan vulnerable y acabar diciendo incoherencias como te quiero... Pero, ¿sabes que? Te quiero.