miércoles, 6 de julio de 2016

Símbolos

A veces pienso que son los símbolos los que nos definen, los que definen nuestras relaciones, nuestros recuerdos, nuestras decisiones.

Y es que todo el mundo tiene un apelativo cariñoso con el que referirse a su pareja, su hermana, sus padres o abuelos. Esa forma especial de llamarles no es sino un símbolo, un acuerdo entre ambos que encierra mucho más significado del que nadie que no lo conozca pueda inferir. Hay regalos especiales que uno guarda con especial cariño, no por el valor económino ni porque sean especialmente bonitos, sino porque son un símbolo. Nos recuerdan lo que supuso ese regalo en aquel preciso momento de nuestra vida. Probablemente, nadie más en el mundo vea lo que tú ves cuando miras ese regalo, cuando sostienes entre tus manos y lo aprietas fuerte contra tu pecho; cerrando los ojos, teletransportándote al lugar y el momento donde lo recibiste. Los símbolos son poderosos, capaces de provocar indiferencia y un torrente de emociones al mismo tiempo, según el corazón que los mire. Un nombre propio es un símbolo. Ese conjunto de carácteres fácilmente reconocibles y ordenados de manera adecuada, {N,A,D,I,A}, adquiere especial significado, propiedades y acepciones que nadie jamás definió y mucho menos dedujo de tal singular conjunto, que es tu nombre.

Yo mismo he regalado símbolos (creo que es el mejor regalo que puedes hacerle a alguien), aunque reconozco que no soy bueno elijiendo regalos y...

Te regalé un símbolo. Elegí un símbolo, lo envolví en una historia (que traté de hacerla tuya, mía y nuestra) y te lo regalé. Te regalé algo intangible, algo impersonal, inerte, carente de significado pero lleno de sentido; te robé la indiferencia ante lo ordinario; transformé en ordinal lo cardinal; desordené la lista más sagrada; robé un símbolo común para todo el universo y te lo regalé, con el tremendo descaro que solo tienen los enamorados. Destrocé el sistema posicional que al que solías atenerte para inferirte un sistema emocional en el que enmarcar ese símbolo; un símbolo que ya conocías antes, te habías encontrado unas cuantas veces (tampoco demasiadas) con él pero jamás le habías prestado atención. Te robé esa indiferencia... Acabé con la ilusión de lo aleatorio, destrocé una simbología milenaria. Y es que solo a mí se me ocurriría regalarte un número.

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