miércoles, 13 de julio de 2016

La noche

Él fuma. Fuma mucho y bebe fuerte. Sus recuerdos bailan con el humo en una atmósfera densa y melancólica. Recuerda su último baile con aquellos preciosos ojos negros. Los dos únicos ojos del mundo. La música acompaña como un eco a través del tiempo que cada vez reverbera con más desidia, con menos fuerza. Sus dedos temblorosos ya solo acompañan al cigarrillo de nicotina y algo de sustancia. El vaso, vacío de ilusiones y de alcohol. Sírvame otra copa, jefe, que la quiero llena. Ya no recuerda su último anhelo. Moriría con su última sístole, estima. El pasado le duele demasiado pero el futuro le estrangula, le agarra las pelotas con fuerza y le convierte en un ciego incapaz de escuchar al presente. Lamenta no tener otras drogas más fuertes por las que llorar. Hace tiempo que increpó a un Dios muerto. Dios ha muerto, el filósofo lo mató, pero, ¿quien acabó con el filósofo? Yace muerto sobre la alfombra, empapado en su propia sangre y con letras brotando de sus venas abiertas. ¡Que se callen! No me dejan escuchar el cante de los hielos en mi vaso. Ya no sabe cómo olvidar, ya no recuerda lo que fue, ya solo quiere recordar... la nada. Le sobra lo demás.

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