miércoles, 5 de abril de 2017

Boom!!

Enrique se encuentra algo taciturno. Lleva unos días distraído, preocupado, se despierta cada mañana amedrentado sin saber muy bien el motivo ni el origen de su congoja, algo le aflige desde la oscuridad de su psique, sin llegar a atormentar su alma, pero ese algo no muestra su naturaleza ni se descubre. Lo tiene prácticamente todo... y sin embargo no es feliz.

No hay nada más notable que una ausencia, y ésta es más insulsa (pero no menos intensa) cuando tiene carácter anónimo.

Enrique se ha levantado, como cada mañana, y se ha arrastrado por el pasillo hasta la cocina. Todavía en pijama y visiblemente despeinado está sentado a la mesa, enfrentado a su desayuno. Su rival: un café sólo, una rebanada de pan recién tostada y dos piezas de fruta, que hoy son kiwis. La tablet en el otro extremo de la mesa aguarda con cientos de mensajes sin leer y las noticias del día debidamente resumidas. Hoy no está de humor para leerlas, no antes del desayuno.

Sumido en los objetos que descansan sobre esa preciosa mesa de madera, ignora el gran ventanal que tiene a su derecha. Esta omisión resulta casi insultante para cualquiera que disfrute por primera vez de las impresionantes vistas: una impecable playa de Miami de arena blanca y agua cristalina. Sin embargo él está inapetente, su vista tiene contacto con lo que iba  a ser su desayuno, pero su gusto está lejos de disfrutar de él, el olor del café condenado al mismo ostracismo que las vistas del ventanal. Es consciente de todo lo que trata de ignorar, y se culpa por no ser capaz de disfrutar de todos esos privilegios que la vida le ofrece. Sabe que no es algo habitual y está muy agradecido de su suerte (que por otro lado, siempre ha acompañado de horas y horas de trabajo duro), pero no tiene fuerzas para disfrutar de ella.

Alambican en su cabeza pensamientos interrumpidos. Viaja del significado platónico de su alma al pragmatismo en el que se ha visto inmerso en los últimos meses. Considera la antropología desde distintos ángulos, juguetea con la corriente espiritual de la psique humana, establece un soliloquio sobre la simbiosis entre arte y ciencia... Reminiscencias de un ensayo sobre espiritualidad turban su mente, sus experiencias siempre han tenido halo religioso que no ha sabido explicar, puede que sea una herencia incomprendida. No mantiene un rumbo concreto, busca algo que no conoce en un entorno que no entiende. Está perdido.

De pronto algo parece hacerle despertar de su ensimismamiento. Un anzuelo invisible ha capturado toda su atención y le ha arrastrado a este mundo. Todavía conmocionado por la brusca sacudida y con la mirada distraída, como su tuviese que acostumbrar sus ojos a esta realidad, lanza una petición al aire (sabe que nadie la atenderá, pues está solo en la habitación): Súbeme la radio, que esta es mi canción.


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