miércoles, 23 de septiembre de 2015

Yo solo quiero

Yo solo quiero una de esas ventanas antiguas, con marco de madera y uno de esos cristales que deforman ligeramente la imagen del exterior. Y nieve fuera, quiero un Diciembre nevado a través de esa ventana. Y una chimenea en el interior, un cálido fuego encendido junto al que beber café a este lado de la ventana. Y una instancia con suelo de madera, un sofá junto a la chimenea, una gran mesa detrás, vigas vistas en el techo, una cocina enorme y una cafetera humeante en el fuego. Quiero una taza de café descansando sobre la mesita que bienexiste* entre el sofá y la chimenea. Y otra taza en mis manos para disfrutar con todos los sentidos de ese café. Me quiero a mi en ese sofá y quiero una sonrisa en mi cara. Una sonrisa cálida, arropada por la más absoluta de las calmas que proporciona un corazón alegre. Quiero mis sentidos aletargados. Mi tacto estimulado por las diferentes fuentes de calor: el fuego, la taza, esos labios... Mi olfato distraído con el olor de los jazmines que descansan en el jarrón sobre la mesa, con el aroma de ese pelo... Mi gusto apasionado con el sabor a café de esos besos y mi oído encantado con el crepitar del fuego que acompaña a esas carcajadas. Mi vista absolutamente desprovista de pragmatismo, atrapada en el magnetismo de esa mirada de ojos tan intensos... Te quiero a tí, junto a mi, en ese sofá, dentro de esa atmósfera que existe en torno a esa ventana. Yo sólo quiero una de esas ventanas...





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*: necesito un verbo para denotar el hecho de que la mera existencia de algo o alguien, sin ningún otro objetivo ni pretensión, haga del mundo (o la percepción que yo tengo de él) un lugar mejor. Por ejemplo, "Esa mesilla que hemos puesto aquí bienexiste, porque sostiene de manera magistrar mi taza de café" o "Tú bienexistes aquí y ahora. Soy feliz."

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