viernes, 12 de julio de 2013

Lo más importante en la vida

 Irina y Saul habían quedado para tomar un café en su cafetería favorita. En ella pueden sentarse en el mismo sofá de siempre, el camarero ya les conoce y sabe cómo quieren el café: Saul lo toma con leche del tiempo e Irina descafeinado de cafetera, con la leche muy caliente.

Son amigos desde hace años y tienen la buena costumbre de tratar de resolver los problemas del mundo y los suyos propios siempre delante de una taza de café; y quizás algo de comer si el problema es realmente complicado de solucionar. Esta tarde no hay ningún problema en concreto sobre la mesa, pero a Irina le apetecía ver a Saul y disfrutar de su conversación. Le encanta, a ambos les encanta, empezar a filosofar y saltar de un tema a otro, aprovechando razonamientos para comenzar una nueva discusión. En uno de esos saltos, uno quizás demasiado grande, la conversación queda desorientada e Irina, algo confundida, confiesa:

- Nadie me enseñó a vivir, a veces tengo miedo de no saber qué es lo más importante de la vida
- ¿Lo más importante de la vida?
- Sí, ¿tú lo sabes?
- Déjame tu reloj- Saul tomó la muñeca de Irina y giró durante un rato la manilla del reloj- ¿qué hora es?
- Las 12.30, pero...
- ¡Hora de dormir! Acuéstate, venga- hizo que se tumbase en el sofá en el que estaba sentada, casi sin darle tiempo a planteárselo siquiera- Cierra los ojos. Buenas noches Irina, que descanses.

Irina no entendía nada, pero sabía que no debía llevar la contraria a Saul cuando hacía una de las suyas, era inútil intentar esquivarle. Además, sus extraños métodos siempre conducían a una moraleja, y eso le encantaba. Pasó un  buen rato, un par de minutos, tres, cuatro... No sabría decirlo con exactitud. Finalmente, Saul le dio un suave golpecito en la espalda y, sin esperar a que Irina se incorporase de nuevo, le preguntó:

- Recuerdas en lo que acabas de pensar, justo antes de dormir, ¿verdad? Pues conseguir eso mañana. ESO es lo más importante en la vida, así de sencillo.

Irina meditó esas palabras durante un instante de tiempo, dejando que su cabeza asintiese mientras intentaba asimilar el consejo- siempre asentía con la cabeza cuando hilaba un pensamiento o cuando razonaba intensamente una idea. Acabó esbozando una sonrisa para después soltar entre carcajadas:

- He pensado que te habías vuelto loco, jajaja.
- jajaja, bueno... acabarás volvíendome loco algún día, así que no vas mal.

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