miércoles, 22 de noviembre de 2017

El cartel

Desde el momento que llegué a este extraño pueblo me sorprendieron muchas cosas. Muchos eran los detalles que me inquietaban, especialmente en el momento de duermevela, cuando tumbado desde mi cama recorría las calles de Comstock con la mente y me detenía en aspectos que no encajaban en aquella realidad. Muchas de esas cosas eran extrañas, llamativas y no las encontraréis en ninguna otra parte del planeta.
 
Sin embargo había una que sobresalía a todas las demás. Aquel cartel. Puede pareceros una nimiedad, pero jamás entendí la utilidad de ese cartel ni cómo continuaba en ese sitio, tan molesto, en mitad de la acera principal dificultando el paso de los viandantes. Os juro que en el primer instante en que lo vi pensé que se trababa de una extraña broma. Sin embargo nada más lejos de la realidad, se invertía una importante cantidad de dinero en su mantenimiento cada año, el alcalde atendía personalmente los aspectos relacionados con el cartel, todavía hoy lo sigue haciendo. De hecho fue él quien lo instaló hace más de 30 años y quien lo mantiene inmutable en el tiempo. Únicamente le han hecho reparaciones y restauraciones, pero tanto el mensaje como la posición son exactamente los mismos que cuando lo inauguraron.
 
En múltiples ocasiones pregunté a los vecinos cómo era posible aquel despropósito. Me interesé por el origen del cartel, su historia, si le encontraban alguna utilidad o si simplemente eran capaces de decirme que no veían el sinsentido de aquel cartel. Me preguntaba cómo era posible que en un pueblo de apenas 350 habitantes no existiese ni tan siquiera uno con dos dedos de frente que viese, igual de claro que yo lo veía, que aquel cartel era inútil y hasta ofensivo al sentido común. Todos apoyaban al alcalde. Aseguraban que aquel cartel no hacía daño a nadie y que, gracias a su instalación, la convivencia en el pueblo era mucho mejor.
 
A tal punto llegó mi desquicio que solicité entrevistarme con el alcalde. Necesitaba mirarle a los ojos y que me confesase que todo aquello formaba parte de una broma absurda, que en realidad todo el pueblo se había confabulado para tomar el pelo a un forastero que acababa de instalarse en el pueblo hacía un par de meses. No sólo no lo hizo sino que puso en valor al dichoso cartel.
 
La vieja feria abandonada con sus atracciones en ruinas a las afueras del pueblo; el embarcadero carcomido y medio quemado a las orillas resacosas del que una vez fuese un precioso lago; la vieja gasolinera abandonada ocupada ahora por roedores y serpientes; el decrépito depósito de agua que apenas se mantiene en pie... todos esas evidencias de abandono y olvido en el pueblo son nimiedades al lado de este maldito cartel.
 
Tan paradójica me resulta su mera existencia que se me antojaba ofensiva. Confieso que intenté destruirlo, pero los vecinos me lo impidieron. Tras uno de mis ataques fallidos llegué a cumplir condena y dormí una noche en el calabozo. ¡Como si fuese un delincuente! ¿Acaso esos estúpidos pueblerinos no veían lo absurdo que resulta un cartel como ese?
 
El asuntó llegó a obsesionarme. Dejé de dormir, después me olvidé de la higiene personal y hasta dejé de comer. Pensaba en el cartel a cada momento, durante todo el día y toda la noche. Contaba los segundos y lamentaba que aquel cartel siguiese en pie, desafiando a la cordura del mundo entero. Pasé meses ideando la forma de hacerle ver a todo el pueblo su error, pero por más que lo intentaba sólo recibía apatía y miradas de lástima. Parecía que el tarado era yo, por no ser capaz de convivir con un ser inerte en el mismo pueblo y dedicarle la guerra.
 
Ya no aguanto más. La realidad es que ese cartel no tiene razón de ser y no puede seguir existiendo.
 
Jeffrey G. Kennedy
 
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- Esta es la carta de despedida que dejó el tío Jeffrey antes de... bueno antes de acabar con su vida
- ¿Entonces el tío Jeffrey no murió en un accidente de avión? ¿Se... se suicidó?
- Sí cariño, padecía algún tipo de trastorno y su cabeza no aguantó más. La tomó con aquel cartel, pero si no hubiese sido eso habría sido cualquier otra cosa
- ¿Y cómo murió?
- Se lanzó a por aquel cartel y se golpeó la cabeza una y otra vez hasta abrírsela. Murió desangrado en aquella acera
- ¿Habéis ido alguna vez a dejar flores por su alma?
- No cariño, los habitantes de Comstock dieron sepultura a su cuerpo. Fue demasiado doloroso para nosotros y jamás visitamos aquel pueblo
- Yo iré, necesito ver el lugar donde murió el tío Jeffrey
 
 
 
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  |     ¡ C U I D A D O !     |  
  |  NO TE GOLPEES LA CABEZA  |  
  |      CON ESTE CARTEL      |  
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