miércoles, 27 de noviembre de 2013

Sueños

"Que la luz de la cocina se encienda parpadeante a eso de las dos de la mañana; que tú y yo entremos y nos calentemos un vaso de leche; que nos sentemos a la mesa para tomarnos el vaso de leche con ron; y que nos riamos a carcajadas medio contenidas por el sabor a rayos de la mezcla [...] Hablando mucho, riendo, escuchando, prestando atención, prestándote mucha atención, haciendo mías tus palabras; dejando inconscientemente de percibir tu voz para centrarme en tus ojos, esos ojos... son preciosos joder, los más bonitos que he visto en mi vida [...] Y que de tanto ignorar a nuestros sentidos nos acabe gustando el ron con leche caliente... y que se convierta en nuestra bebida." Con eso sueño yo.

3 comentarios:

  1. ... y despeinarte más con cada sorbo de café que tomes. Y cuando más despeinada te ves, más bonita es tu sonrisa. Preciosa, porque eres preciosa cuando tu alma sonríe. Tus labios, empapados del aroma de la negra bebida, asaltando a los míos, despistados, distraídos, desbocados por la pasión y la despreocupación que la felicidad ofrece cuando no hay nada más importante en el mundo que "el aquí" y "el ahora".

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  2. Y empieza a llover

    Es curioso como a veces todo parece ordenarse momentáneamente. Las leyes que rigen el caos y el descontrol se tornan visibles y transparentes durante un lapso de tiempo. La belleza del movimiento de miles de partículas bailando al unísomo; el olor de la victoria; el sabor en la boca de que todo ha terminado, y ha salido bien; la música que compone... Un momento, en esos momentos no hay música. Todo está en calma, el silencio más absoluto reina en los alrededores de tu cabeza mientras todos esos pensamientos, congelados, esperan a bullir de nuevo. El mundo se ha parado para tí y esperará unos segundos "nimiándolo" todo excepto esa ausencia de prisa que tienes. Son momentos de satisfacción, de paz y calma. Son momentos en los que, de repente, entiendes que todo en la vida es precioso, son momentos \bf{densos}. De esos en los que recuerdas que la felicidad no es un objetivo inalcanzable sino una opción que puedes elegir. Todo es armonía, todo es belleza, todo es simplemente perfecto... y además, empieza a llover ;-)

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  3. Y las nubes, ¿qué?

    Estás sentado en un poyo de piedra, dibujando algo sobre la tierra con una ramita que recogiste hace un rato. Observas el paisaje ante tí. La ciudad parece acompañar al río a lo largo de su rivera, como si no quisiese perderlo de vista e intentase permanecer junto a él el máximo tiempo posible. Te gusta venir a este rinconcito y sentarte a pensar. Mientras tu mirada se pierde en alguno de los remolinos del agua, tus cerebro juega con un tornado de pensamientos. Vueltas y vueltas, una y otra vez... Siempre que has tenido que tomar una decisión difícil has acudido a este lugar, en busca de la calma que ansiaba tu interior, en busca de unas respuestas que tú ya tenías pero necesitabas descubrir.
    Miras los edificios de la otra orilla, hay muchos colores pero de la misma gama cromática. Forman un paisaje precioso que te has acostumbrado a ver pero del que te gusta disfrutar con calma de vez en cuando. Valorándolo. Qué difícil es valorar las cosas que tienes más cerca a veces. Recuerdas la promesa que te hiciste hace años de no dejar nunca de valorar lo que tienes. Sonríes, pues por ahora la has cumplido. Esos edificios tienen ya unos años, han visto y soportado alguna que otra riada. El agua del río, sorda y engreída, hace caso omiso a los halagos de la ciudad y a su peticiones. Ella sólo fluye, pasa de largo, siempre. El agua, el río, están en otra dimensión, ellos recorren su camino y varias ciudades se acercan a ellos para saludarles a su paso. Piensas en lo que habrá cambiado la ciudad a lo largo de los años, las guerras que habrá sufrido, las mutilaciones de algunas de sus casas... El río siempre se ha mantenido inmutable. Severo. Aunque también es cierto que de vez en cuando ha sido doblegado y ha cambiado su cauce, recuerdas la presa que hay más abajo y te das cuenta de que ha sido obligado a detenerse momentaneamente ante la perseverancia y el ingenio de alguno de los habitantes. Nada, al parecer, es eterno. Hay mudos testigos de centenarios acontecimientos, pero nada en este mundo es ajeno a todo lo que le rodea. Nada es tan grande ni vuela tan alto como para desentenderse de todo y seguir su camino sin entretenerse con la vida de los hombres... Nada.

    - Y las nubes, ¿qué?-- preguntan tus ojos apuntando al cielo.

    Sonríes, cierras tus párpados y contestas:

    - ¿Las nubes? De esas hablaremos otro día. Tengo hambre y es hora de comer.

    Te lenvantas y dejas la pregunta en el aire, para la próxima vez que tengas un rato para pensar...

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